Putas, mamadas y una torre de marfil

Hola,

Algunos domingos, no muchos, almuerzo con mi madre. No se da demasiada maña en la cocina así que, por el general, el menú viene directamente cocinado desde el supermercado de El Corte Inglés. Yo suelo comprar un postre. Después de comer ella se queda dormida delante del televisor momento que, generalmente, aprovecho para desaparecer. Ayer, mientras se estaba quedando dormida, le sonó el móvil. Posiblemente la música del teléfono de mi madre sea la más estridente de todas las músicas posibles pero, aún así, no se despertó. Cuando me disponía a silenciárselo dejó de sonar pero, con el teléfono en la mano, no pude resistirme a echar un ojo entre su lista de contactos. Dicen que el precio de un periodista son sus contactos y yo tenía curiosidad por saber cuánto valía mi madre. Entre un montón de nombres desconocidos encontré el de Miguel Angel Rodriguez, el de Maria Teresa Campos y el de Herman Terscht. También estaban el de Francisco Granados y el de Esperanza Aguirre, que figuraba en la agenda como "Presidenta". Supongo que conseguir todos esos teléfonos le habrá costado lo suyo y supongo que la satisfacción que sintió al teclear todos esos nombres en la agenda de su móvil fue superior a la que experimentó al tenerme a mí. Los periodistas son así. O son peor aún.

Estos días sale a la venta una mamada con forma de libro. Bueno, no es exactamente una mamada sino un cunilingus. Un tipo llamado Antonio Martín Beaumont le come el coño a la Cospedal y publica Cospedal: La reina de la torre de marfil. Evidentemente no he leído el libro, no estoy tan enferma, pero estoy segura de que no hay en sus doscientas cincuenta páginas una sola que merezca la pena. Cuando un periodista se decide a escribir la biografía (autorizada) de un político como la Cospedal no lo hace para desvelar grandes secretos ni porque el personaje en cuestión tenga algo interesante que aportar. Cuando un periodista babea durante doscientas cincuenta páginas sobre los bajos de un político mediocre tiene la esperanza de recibir a cambio la recompensa de que su nombre figure en la agenda del babeado. Es, como diría el soldadito aquel de Gran Hermano, una relación simbiótica en la que ambos aspiran a obtener un beneficio mutuo. Yo te la mamo hoy y tu me consigues mañana un sueldillo que salga de dinero público y un palco en el Bernabeu. Putas, vamos.

Besos.

Beta