jueves, 29 de mayo de 2008

Sick

Hola,

Tanto cambio de temperatura ha terminado conmigo. Estoy mala, con la nariz taponada, con la mente aturdida, con las articulaciones doloridas, moqueando y apiadándome de mí.

Beta

martes, 27 de mayo de 2008

Nuevayorkeando

Hola,

Desde la acera del otro lado apunto con mi nueva cámara de fotos y disparo: Click.


Estoy en 4th West Street, casi en la esquina con Bank St, en el Village. A unas decenas de calles los edificios empiezan a crecer hasta convertirse en rascacielos pero en Greenwitch Village una tiene la sensación de estar en un remanso alejada de la gran ciudad. Hay calles por las que apenas circula el tráfico y, en algunas incluso, puedes encontrarte libreros como el de la foto, tomando la fresca en su sillita de tijera mientras espera vender (o no, porque en el fondo da igual) algún libro viejo.

Disparo y me acerco a curiosear por su librería. Me mira por encima de las gafas y sonríe. Le digo que acabo de hacerle una foto por la espalda, pues me parecía una estampa muy tierna. Me pide que se la enseñe y lo hago. Me pregunta que de dónde soy y le digo que de España. Le caigo bien y me pregunta qué hago en la ciudad. Respondo que no necesito excusas para venir a Nueva York y me dice que tiene un libro para mí. Me muestra un ejemplar titulado "Esto es Nueva York", de un tal E.B.White. Dice que aunque la ciudad tiene poco que ver con la de 1948, el libro es un retrato muy preciso. Me lo regala y no se cómo agradecérselo. Le pido su correo electrónico para enviarle la fotografía y responde que tiene pánico del ordenador y que no maneja el correo electrónico. Vuelvo a darle las gracias acompañadas de dos besos. Como casi siempre en este país se sorprende de nuestra costumbre de saludarnos con DOS besos.

Son las seis de la tarde y es sábado. Los restaurantes están atestados de gente cenando a plena tarde. A estas horas yo prefiero un café y un muffin.


Este fue uno de los primeros sitios donde los gays reventaron los cerrojos de los armarios y salieron a la calle en tropel. Hace tiempo vi una película llamada Stonewall donde se habla de los enfrentamientos de un grupo de travestis con la policía (en los sesenta creo). Pues bien, todo eso pasó aquí, así que no es extraño ver banderas arco iris y tiendas como esta: 


Se pone a llover y regreso a casa. Me resfrío.

Besos.

Beta

jueves, 22 de mayo de 2008

Caníbal

Hola,

Lo reconozco, me gusta la carne humana. Mucho más aún después de haber leído que soy una caníbal, una de tantas pero una caníbal a fin de cuentas. Alguien me dejó un comentario diciéndome que me mencionaban en el ABC. Soy una "caníbal grafómana", un "nuevo talento", y me meten en el mismo saco que a David Torres, a Cristina Cerrada, a Montero Glez o a Marta Rivera de la Cruz. No se si hacerme un dedo o salir a matar.

Otra cosa: hace unos cuantos posts publiqué aquí un cuentito nada ambicioso que me habían pedido de un blog amigo. Martín Mateo se ha tomado la molestia de escribir la cara B.

Lo reproduzco aquí, sin su permiso pero con mi admiración:

Parecía italiana o española, era guapa. Entró al romper la tormenta y supe que la habíamos encontrado. Se entretuvo curioseando por la tienda. Un rato después vino hacia mí. Traía un disco de Charles Trenet, aquel concierto en el Olympia con el que anunció su retirada. Sabía que no lo compraría, que solo hacía tiempo hasta que terminara la lluvia. Le dije que podía ir a la cabina y escucharlo. Tras el cristal, con los cascos puestos, sonreía y hacía señas diciéndome que todo estaba bien. Yo le devolvía la sonrisa. Un cliente es un cliente aunque sepas que no dará dinero.

Llamé a Gilles. Le di la espalda a la chica para que no pudiera ver lo que hablábamos. Creo que la tengo, le dije. Guilles llegó diez minutos después. «¿Qué está oyendo esa zorra?» «Trenet» Puta fascista- comentó y sonrió cruel.

Fumábamos mucho hachís en aquellos tiempos. Tomábamos ácido, escuchábamos a Santana y a Marley y hacíamos rituales que queríamos creer satánicos con unos libros antiguos que habíamos robado. Charles Manson era el ídolo de Gilles. Habíamos empezado todo aquello como un juego pero cada vez lo hacíamos más en serio. Yo iba a trabajar cada mañana disfrazada de niña de bien. Por las noches me transformaba en una adoradora del Gran Rebelde, capaz de cualquier desatino en la intimidad de nuestro apartamento cercano a la Catedral de Saint-Sauveur. En algún momento decidimos que teníamos que matar a una virgen en una ceremonia que detallaba nuestro libro negro. Los fines de semana salíamos a pasear buscando la candidata adecuada, valorando pros y contras de cada elección. Cuando vi entrar a la italiana supe que sería ella.
Continuó pasando por la tienda cada tarde. Revisaba discos, escuchaba a Trenet en las cabinas. Yo coqueteaba con ella, jugando a ser tímida. Gilles le daba conversación. La invitaba a café en el Trois Faisans. Necesitábamos acercarnos, que siguiera viniendo, que no desconfiara. El plan era llevarla a casa con cualquier pretexto, drogarla y celebrar nuestro ritual. Lo teníamos bastante estudiado. Habíamos ensayado varias veces. Se suponía que sería nuestro paso definitivo, la acción que nos daría la Fuerza y nos libraría de Dios, del capitalismo, de nuestra educación pequeño burguesa, de todas las opresiones morales. No sé cómo podíamos estar tan locos. Teníamos que esperar la primera noche de luna llena. Gilles se impacientaba, se obsesionó con la chica. Quería secuestrarla hasta que llegara el momento, pensaba que podría escapar. No debemos correr riesgos, decía. Yo lo calmaba. Creía saber que no habría problemas. Tenía un buen presentimiento. Ni siquiera se nos ocurrió pensar que aquella muchacha podía no ser virgen.

El último día de cuarto creciente la chica se me acercó y en su francés titubearte me dijo que estaba enamorada de mi. Sonreí, la miré a los ojos y le di un beso suave en los labios. Recordé a Judas. Al día siguiente lo teníamos todo listo pero no apareció. Tampoco al otro. Cuando nos dimos cuenta que no la volveríamos a ver Gilles se puso furioso. Me gritaba. Decía que era una imbécil, que toda la culpa era mía, que hubiera dado igual la luna, y no sé cuántas cosas más. Me golpeó hasta que perdí el sentido. Nunca había hecho algo así. Cuando desperté me follaba con rabia. Después quedó dormido a mi lado. En la mañana se fue a la calle. Yo recogí en unas bolsas los libros, las alfombras, las velas, los posters, los discos, todo lo que de alguna manera nos unía, me fui al bosque y lo quemé sin solemnidad. Las cosas que el fuego no pudo destruir -cadenas, crucifijos, amuletos de metal- las enterré todo lo profundo que pude. Una hora después salía en un tren hacia Marsella.

Trenet murió en el 2001, Gilles mucho antes, en el 82 se estrelló en su vespa contra la fuente de la Place des Quatre-Dauphins, me lo contó Marie en una carta. Ahora ya nadie escucha aquellos discos de pasta, tengo cincuenta y seis años, voto al Front National, me gustan las cancioncillas de cuando la guerra y me escandalizo si alguien en mi presencia habla de drogas o de sexo. Algún domingo me siento frente a la ventana, acaricio a mi gato y recuerdo.

por Martín Mateo


Gracias Martín.

Besos.

Beta

martes, 20 de mayo de 2008

Zapping

Hola,

El otro día pasé por el teatro donde David Letterman hace cada noche su Late Night Show para la CBS. Letterman es el espejo en el que se mira Buenafuente, es un cómico inteligente y culto que mantiene desde hace siglos un programa de enorme prestigio en la televisión americana. Pero claro, mientras Letterman emite desde al lado de Times Square, Buenafuente lo hace desde un polígono industrial a las afueras de Barcelona y... como que no es lo mismo. En lo que a televisión se refiere aquí juegan en otro nivel. Mientras en España tenemos "Los Serrano" y "El Comisario", aqui tienen "House", "El Ala Oeste...", "A dos metros bajo tierra" o "Los Soprano" (por decir solo cuatro). Como he dicho: No es lo mismo. Tengo la teoría de que en este país hace tiempo que los mejores guionistas emigraron del cine a la televisión porque, cualquiera de las cuatro series mencionadas, están muy por encima del cine, en su mayoritariamente ramplón de Hollywood.

Pero no es oro todo lo que reluce. La lluvia me ha tenido una mañana encerrada en casa y he tenido la oportunidad de hacer zapping. Este es el resultado:


Un clásico del mal gusto, de la homofobia y del racismo:El show de Jerry Springer. Springer tiene aspecto de judío ilustrado pero resulta ser el apostol de la telebasura norteamericana. El gordo de la imagen metió la cabeza en tartas, corrió por el plató bamboleando sus nauseabundas lorzas e hizo un montón de "frikadas" más en los treinta segundos que le tuve puesto.


Una serie del ultraderechista Chuck Norris dando mamporros a diestro y siniestro. Creo que la serie también la ponen en España.


El precio justo: o cómo exprimir una idea durante décadas.


Típico programa donde un falso juez intenta poner paz entre un señor y su suegra peleados por dónde comer los fines de semana.


Si el señor y su suegra no llegan a un arreglo siempre pueden dirimir sus diferencias en un cuadrilátero y es posible que la tele también esté ahí para contarlo. Boxeo a las doce de la mañana. Divulgativo.


Whoopy Goldberg y sus amigas de charla matinal. Al menos es mejor que Belén Esteban y Ana Rosa.


El alcalde Bloomberg ganado adeptos.


Tele para hispanos, culebrón al canto.


Un canal para estar en forma.


Un canal militar: recordando Corea.


Un gay vendiendo cachivaches electrónicos.


Un hetero vendiendo un producto mágico para limpiar carrocerías... o algo así.


Otro gay (soy una malpensada) diciendo misa.


Un telepredicador recaudando fondos para gastárselo en armas, en cachivaches electrónicos o en productos mágicos para limpiar la carrocería.


Y el canal del tiempo, al que yo vuelvo una y otra vez para saber si deja de llover y puedo salir y dejar de ver la tele.

Besos.

Beta

martes, 13 de mayo de 2008

Tecnología japonesa

Hola,

Mi plan en Nueva York es el siguiente: Me levanto cada día a eso de las ocho y media (el jet lag ha desaparecido), me ducho, desayuno un bagel con mantequilla y un café larguísimo, repaso los deberes que me quedan por hacer y me lanzo a la calle a dejarme las suelas. Ya se que no suena mal y que muchos me decís que soy una afortunada pero os aseguro que Nueva York está lleno de españoles como yo. Vayas a donde vayas siempre te encuentras a una pareja de españoles con su cámara de fotos colgando y sus bolsas del GAP o de Banana Republic a cuestas. Joder con la crisis, joder con el euro.


Generalmente, como lo primero que pillo allí donde me pica el hambre. Es curioso pero, inconscientemente, adopto la forma de comer de aquí: un desayuno fuerte (en Madrid me conformaría con el café a secas), una comida que no es comida, y una cena más consistente. Para cenar suelo dudar entre dos alternativas: un diner o un japonés.

Los diner son la típica cafetería de toda la vida con la diferencia de que abren las venticuatro horas del día. Puedes pedir otras cosas pero si vas a un diner lo propio es tomar el clásico cheeseburger que aquí se acompaña con una hoja de lechuga, una rodaja de tomate, un pepinillo gigante (no se de dónde le viene a esta gente su pasión por los pepinillos) y un cuenquito con algo indeterminado que creo que es una especie de ensaladilla de col. Aparte, las patatas fritas, bien de ketchup, mostaza y mayo (mayonesa). El público de los diners está compuesto básicamente por viejecitos que llevan toda la vida almorzando en la misma mesa, enfermos bipolares, asesinos en serie y paletos de Wisconsin. Es decir, lo más alejado del cool newyorkino. Eso sí, son ultrabaratos, una hamburguesa cuesta alrededor de 4,50 dólares, y si no te sales de la norma (hamburguesa, sandwich y sopa del día) es casi seguro que no resultarás intoxicado. Reconozco que, con todo, tienen su encanto pues cuando entro en un diner siempre pienso que en cualquier momento pueden entrar los hermanos Coen con la cámara al hombro y ponerse a rodar.

Mi otra opción son los japoneses. Cuando escucheis decir que lo español y lo mediterráneo está de moda y es lo que se lleva en el extranjero no hagais puto caso. Lo que verdaderamente se lleva es lo japonés. La soja y el pescado crudo le han ganado la partida al aceite de oliva y a los jamones Navidul. Traía algunas recomendaciones que había encontrado por internet pero no están siendo necesarias, la ciudad está plagada de restaurantes de sushi. Hay incluso muchos más de estos que italianos.

Uno de los mejores, según todas las guías, es el "Sushi of Gari" que está en la calle cuarenta y seis, entre las avenidas octava y novena. A tenor de lo que había leído no tenía pinta de ser especialmente barato pero un día es un día y, a fin de cuentas, Nueva York bien vale una cena. Detrás de una pulcrísima barra había tres cocineros vestidos de blanco y un jefe de cocina (juraría que el mismísimo Gari) vestido de negro. A mi derecha había un japonés de unos venticinco años delante de un plato que tenía una pinta maravillosa. Se lo comía con absoluta parsimonia. Se introducía un bocado, dejaba los chopsticks sobre el reposapalillos, y masticaba despacio como si a la vez estuviera meditando sobre el sentido de la vida. Luego, bebía un sorbo de sake y se sentía ascender al monte Olimpo.

Según el menú puedes pedir: "Sushi Regular" (25 dólares), "Sushi Deluxe" (34 dólares) y "Sushi Special" (45 dólares). Pregunté a una camarera cuál de los tres estaba comiendo mi vecino de mesa y me respondió que su plato no formaba parte del menú sino que era "la recomendación de Gari". Pregunté lo que costaba y me dijo que 85 dólares. "Pero seguro que el regular sushi -dije- también está muy bueno". Se rió y contestó que sí, que todo el sushi de Gari era excelente. "Entonces quiero el regular sushi, el de venticinco dólares, y una cerveza Sapporo". Tomó nota y desapareció.

No medité y no subí al Olimpo pero fueron 25 dólares bien invertidos. Además, aunque los postres japoneses no suelen ser nada del otro mundo he de reconocer que el helado de mochi (unas esponjosas bolitas rellenas) no desmerece el sitio.

De todos modos, si te consideras uno de esos gastrónomos duros que no se dejan convencer por el primero que viene ofreciendote un regular sushi y un helado de mochi, Gari se guarda un as en la manga con el que convencerte: su cuarto de baño. ¡Qué experiencia señores! Nada más entrar, la tapa del water detectó mi presencia y se levantó a saludarme. Aturdida aún por la impresión, comprobé que en la pared había todo un panel de mandos con el que manipular el retrete. Soy bastante escrupulosa y, siempre que me siento en un water, suelo cubrir la taza con trocitos de papel higiénico que eviten el contacto directo con la tabla pero... no había papel higiénico. Ahí llegó mi gran duda. ¿Me siento o no me siento? Ese era el dilema. Como tengo la teoría de que una tiene que probarlo todo decidí sentarme y mi primera sorpresa fue que la tabla tiene un dispositivo que le permite mantenerse caliente. Miré al infinito y cuando hube terminado le dí al botón de "limpieza frontal". De repente un tímido chorrito me alcanzó de pleno y así se mantuvo, alcanzándome de pleno, hasta que toqué el botón de "Stop". Una vez que has experimentado una "limpieza frontal" cómo vas a resistirte a una "limpieza posterior" (aunque en este caso no fuera necesaria). Pulsé el botón y también me alcanzó de pleno. Aumenté la presión y entonces sí que comencé a subir al Olimpo. Si no hubiera sido porque antes o después habrían entrado a sacarme me hubiera pasado ahí sentada un par de días. Luego llegó el "secado", que primero comenzó como una ligera brisa y luego se convirtió en ventolera sahariana (por el calor, digo). Fue la parte que menos me gustó, la menos emocionante de las tres. Pensé que, ya puestos, me preguntaría si lo quería "con cera o sin cera", pero, pese a lo que pudiera parecer no me encontraba en un tunel de lavado.

Pues eso, que adoro el sushi y la tecnología japonesa.

Besos.

Beta

(Puedes leer todas mis recomendaciones newyorkinas en 11870)

domingo, 11 de mayo de 2008

Williamsburg

Hola,

Esta es mi cuarta vez en Nueva York y, hasta ahora, nunca había ido a Williamsburg. Williamsburg es una zona del oeste de Brooklyn que atrajo la atención de la comunidad artística de la ciudad hará unos diez años. Desde entonces este antiguo barrio, repleto de naves industriales y de humildes casitas, habitado mayoritariamente por emigrantes polacos y ucranianos, ha visto como su principal avenida, la Bedford, se ha poblado de garitos de moda y de restaurantes.

Según me habían contado, salir de noche resulta mucho más barato en Williamsburg que en Manhattan y, a veces incluso, más divertido, así que cogí la Línea L y me planté en Bedford Ave. Todo en Williamsburg gira alrededor de esta calle y si te desvías no sabes dónde puedes acabar. Yo lo hice y mi primera parada fue un Garten-Bier, una cervecería típica alemana, cuyos carteles parecían sacados de una película de Murnau. A pesar de ser entre semana estaba hasta los topes de "narices rojas" que cantaban como hooligans después de un partido. Me bebí una cerveza que me costó cinco dólares y salí del lugar huyendo de toda esa acumulación de testosterona.

Dos manzanas más allá, en el cruce de las calles Berry y Metropolitan, encontré un sitio llamado "Zipi y Zape", decorado con viñetas de los famosos personajes del cómic. Como es lógico entré. Le pregunté a la chica de detrás de la barra si el local pertenecía a unos españoles y me contestó que ella era la propietaria, que no era española, que era turca y que había pasado unos años en Galicia. También me dijo que eran muchos los españoles que pasaban por el local y me mostró orgullosa un artículo de Elvira Lindo hablando del local que había enmarcado.

Según Elvira, nada más enterarse de la existencia del local no pudo reprimir su deseo de ir a visitarlo. Cuando llegó y vio los dibujos de Zipi y Zape, del 13 Rue del Percebe, del Botones Sacarino y de Rompetechos adornando las paredes sintió como si acabara de quitarse treinta años de encima. De todos modos, lo que verdaderamente le transportó hasta su más tierna infancia, hasta el punto de que según ella fue "como si acabaran de reconstruirle el himen", fue entrar en el baño y ver una de esas cisternas antiguas con cadenita. Muy divertido el artículo.

Una cosa más, además de servir cócteles con el nombre de cada uno de los personajes mencionados, por 24 dólares te traen una jarra de sangría (hecha con vino blanco) que rivalizará con la peor sangría que hayas probado en tu vida.

Besos.

Beta

miércoles, 7 de mayo de 2008

Los aviones

Hola,

Cuando escribo esto son las siete de la mañana en Nueva York. Tengo un jet lag que te pasas. Volé con Air France vía París. En el vuelo de Madrid a París no cabía un alfiler, iba hasta los topes. En el control de seguridad de Madrid la policía detuvo al tipo que me precedía. Tras pasar su mochila por el escaner le dijeron que les diera la navaja, que no se podía pasar con ella al avión. El tipo, un gordito de unos treinta y cinco años que no hablaba una palabra de español, se hizo el loco. La policía le abrió la bolsa y comenzó a rebuscar mientras él aseguraba no llevar nada prohibido. Finalmente apareció una navaja de unos cinco dedos mientras el gordito ponía cara de "no me había dado cuenta". Me quedé asombrada de que, a día de hoy, alguien pretenda colar una navaja en una avión. ¿Acaso no ha visto las noticias en los últimos siete años? Mis tubitos con champú y cremas de menos de 100 gramos no fueron ningún problema.

Había volado con Air France en alguna ocasión y tenías bastante buen recuerdo pero esta vez me han parecido bastante cutres. Comenzaron a repartir las bandejas de comida (por llamarlo de alguna manera) y cuando llegaron a la fila anterior a la mía se les agotaron. Entonces recurrieron a unas bandejas de otro color cuyo contenido era, evidentemente, distinto. A los damnificados nos tocó menú vegetariano consistente en una triste ensalada de pepino, un panecillo y un dulcecito de melocotón. Con una mirada llena de tristeza observé como, dos filas delante mío, un señor de unos cincuenta devoraba con la boca abierta una ración de camembert. Me pareció un guarro pero le envidié. Llegamos puntuales al Charles de Gaulle donde nos esperaba un mastodóntico avión de dos pisos.

Siempre que estoy en un aeropuerto me vuelvo una chica disciplinada y superobediente, quizás debería explorar en mi subconsciente para adivinar la razón. Puede que sea un temor no confesado a verme retenida e indefensa en una habitación, en plan Antonio Canales, esperando a ser violada por las pollas de toda la polícía aduanera, una detrás de otra, pim pam, pim pam. Anyway, que me pone nerviosa (¡¡¡a mí!!!) que la gente se salte las reglas. Un ejemplo: cuando establecen el orden de embarque y llaman primero a "las familias con niños y luego a los pasajeros de la cola del avión", me enferma ver al listo de siempre, con billete para la fila cuatro, que intenta colarse mientras se hace "el longuis".

Me toca pasillo en la fila treinta. Al lado mío se sienta una familia de judío ortodoxos, él de apenas veinte años, con sus tirabuzoncitos colgándole por detrás de las orejas y su kipá cubriéndole la coronilla, ella con un pañuelo en la cabeza y una falda hasta los pies, ambos de negro como cucarachas, y con un niño que berrea como si acabara de ser circuncidado. Ambos son guapos a pesar de su disfraz, tienen el rostro anguloso y los dientes blanquísimos. Pienso en mi amiga Maysun y me vuelvo palestina.

La única forma de no escuchar los llantos del crío es ponerme los cascos. Saco el ordenador y comienzo a ver episodios de la segunda temporada de "Murder One" que me he traído para el viaje. La trama se está poniendo interesantísima. Los Cohen, o como diablos se llamen, tienen menú especial. No apetece nada. Yo como pollo con zanahoria (que no está mal) y le doy al vino.

Llego a Nueva York con un puntillo alcohólico y destrozada. Hago cola resignadamente en el control aduanero durante cincuenta minutos pero ¡¡YA ESTOY AQUÍ!!

Besos.

Beta

lunes, 5 de mayo de 2008

Preguntas

Hola,

La semana pasada me hicieron una entrevista para 11870, la web donde cuelgo algunas recomendaciones de sitios. No es nada del otro mundo pero bueno, me apetecía compartirla con vosotros. Ahí va:

Se nos echa encima el puente de mayo y hemos pensado rematar la semana y cerrar el mes con la genial entrevista que hemos mantenido con Beta, una de las habitantes de 11870.com con más garbo y pericia a la hora de dar opiniones de lo más personales, completas y divertidas sobre los sitios. Además, Beta es la dueña del blog Mi madre es idiota, el espacio donde le saca punta a todo :-)

He aquí unas cuantas preguntas y respuestas con esta socióloga en edad de procrear, como ella misma se define:


11870 .- Para empezar, cuéntanos algo de ti…

Yo .- ¿Algo sobre mí? A veces tengo la sensación de que en el blog cuento demasiadas cosas sobre mí, aunque lo bueno de internet es que esas cosas se las cuento a gente que no tiene cara, gente a la que no conozco y por la que no me siento juzgada en el día a día. ¿Sobre mí? Pues soy un poquito descarada, un poquito ocurrente y bastante buena amante.


11870.- ¿Cómo te enteraste de que existía 11870.com y te dio por meter un pie aquí?

Yo .- A decir verdad no me acuerdo de cómo caí en las redes de 11870.com. Supongo que fue porque algún lector del blog me habló de su existencia. Recuerdo que lo primero que me llamó la atención del sitio era que allí trabajaba Asia, a quien yo idolatraba por ser la autora de uno de mis blogs favoritos (Diario de una Au pair bollo en USA). Cuando me enteré le dediqué un comentario en mi blog. Quizás enganché con la página por ella.

11870 .- ¿Eso de ser socióloga tiene algo que ver con tu interés por las redes sociales e internet?

Yo .- Me gusta observar cómo se comporta la gente pero, no nos engañemos, cuando alguien se apunta a una red lo que busca no es estudiar sino “pillar cacho”. De todos modos, no estoy demasiado metida en lo que son redes sociales propiamente dichas. Me he apuntado a twitter pero la verdad es que no le hago demasiado caso, y tengo un myspace al que tampoco saco demasiado partido.

11870 .- ¿Es cuestión de tiempo empezar a usar más herramientas y redes sociales en Internet?

Yo .- Las circunstancias nos obligan. Todos hemos conocido a alquien que decía que nunca tendría un móvil y, al final, todos acaban cayendo. Con twitter, con facebook pasa lo mismo. No hay forma de escaparse.

11870 .- ¿Qué es lo que más te gusta o te engancha de 11870.com?

Yo .- “Los Encinares” son unos genios. Saben que todos llevamos un crítico frustrado dentro, saben que cuando regresamos de nuestros viajes le damos el tostón a nuestros amigos con las fotos que hemos hecho, saben que a todos nos gusta recomendar los sitios que hemos conocido, hacernos los interesantes demostrando los mil lugares en los que hemos estado… y van ellos y le sacan partido al asunto. Lo dicho, unos genios.

11870 .- Tus opiniones sobre los sitios son muy detalladas y personales, a la manera de crónicas… ¿Cómo las haces? ¿Qué intentas contar o transmitir a través de ellas?

Yo .- Bueno, la gracia está en que sean precisamente detalladas y personales, lo otro viene en las guías.

11870 .- Eres una de las personas que en 11870.com tienes más seguidores que contactos! ¿Te escribe mucha gente desde aquí?

Yo .- No te creas. Aunque hay gente que me escribe, creo que también intimido un poco. Algunos se creen que soy una especie de Risto Mejide en tía y veinteañera pero la diferencia es que Risto no es más que un producto y yo soy de carne y hueso.


11870 .- Parece que te gusta dar cuenta de tus viajes en 11870.com, como hiciste con tu última visita a Amsterdam… ¡Háblanos sobre esta afición!

Yo .- Es que para encontrar algún sitio en el que no hayan estado antes “los Encinares” tienes que irte al extranjero y, a veces, ni aún así.

11870 .- También tienes una faceta bloguera bastante consistente… de hecho, algunos de tus comentarios en 11870.com apuntan después a tu blog. Háblanos un poco de tu blog…

Yo .- Gracias por lo de “consistente”. Me empiezas a caer bien :) El éxito del blog es algo que se me escapa igual que se me escapa cómo una película como “La Soledad” pudo ganar el Goya a la mejor película del año, o cómo Hillary Clinton se atreve a salir a la calle con ese peinado. Todos ellos son grandes misterios de la humanidad. ¿Tienes el teléfono de Iker Jimenez? Bueno, mejor el de Cristina Peña. Ahora en serio. Me interesan los blogs que hablan sobre la vida de la gente. Será por ser un poco bollera; perdón, quería decir voyeur.

11870 .- De tus sitios en 11870.com, ¿hay alguno de los que tienes guardado con el que te quedarías por encima de cualquier otro?

Yo .- No sé. ¿El de la tienda Nesspreso? ¿El de los Karts de Carlos Sainz? ¿El de H3O cuyas dueñas fueron muy amables y me dijeron que me harían un regalito por su crítica positiva? (que aún no he pasado a recoger). Hay días en que estoy más inspirada que en otros.

11870 .- ¿Y alguno que no hayas comentado por miedo a que se llene de curiosos?

Yo .- De esos no hay ninguno.

11870 .- ¿El mejor que has descubierto a través de 11870.com?

Yo .- El Pink Sushiman, me encanta.

11870 .- ¿Algún otro habitante a quien te encante leer?

Yo .- Madame Upola.

11870 .- Dinos la verdad… ¿te encanta que te lean!??

Yo .- Por supuesto que me encanta que me lean, ¿por quién me habías tomado?

No es como salir en el Hola pero bueno, 11870 es una web que me gusta y en la que me tienen bastante cariño. Cuando leáis esto estaré en Nueva York. Creo que lo que mejor se me da en esta vida es ser ocupa así que aprovechando unos días libres... Colgaré fotos y comentarios.

Besos.

Beta