Vemos unas puertas temblando, a punto de ser derribadas. En el exterior una multitud vocifera y empuja con la pretensión de poder entrar. Finalmente la cerradura no aguanta más y salta por los aires. Un grupo de personas irrumpen en el vestíbulo del edificio como si se tratase del primer día de rebajas en unos grandes almacenes. La cámara se centra en uno de ellos, en quien parece ser el cabecilla del asalto: es un tipo delgado, con melena y gafas redondas. Viste una cazadora de pana de color marrón y unos pantalones vaqueros. Es Hermann Tertsch (o alguien que se le parece mucho). Rodeado de gente que va y viene trata de tuitear lo que está sucediendo:

¿Alguien sabe dónde está el despacho de Ana Pastor? pregunta a gritos. La marabunta se vuelve incontenible. Una mujer que bien pudiera ser Carmen Tomás escribe con un spray en las paredes del vestíbulo: "Se a acabado el socialismo, España vuelve a ser libre". La euforia es total. Un grupo entra en la redacción de informativos y comienza a saquearla arrancando las pantallas de los ordenadores y los teclados. Alguien parecido a Carlos Dávila roba las cápsulas de la máquina de Nespresso. "Solo tienen ristretto, pero es el que le gusta a mi mujer", proclama mientras se llena los bolsillos. "Hay que buscar la sala de Control, ¡La sala de control! -grita Eugenio García Serrano-. Tú, tú y tú venir conmigo, acompañarme". Con una patada García Serrano descerraja la puerta del plató desde donde se emite La mañana de la 1. Algunas viejas del público gritan asustadas.
- ¿Quién es usted?, pregunta Mariló Montero.
- Tranquila Mariló, soy Eduardo García Serrano. No tienes nada que temer. Aunque no haya trabajado nunca con tu marido tengo un gran respeto por su labor.
Entretanto Salvador Sostres ha conseguido llegar a la puerta del almacén donde se guarda el vestuario de los presentadores. De un empujón se quita del medio a la señora de la limpieza que, en ese momento, pasaba la fregona frente a la puerta del almacén y entra. Los ojos se le iluminan. Su mirada es la de un niño en una pastelería. Vestidos de todos los colores y todas las características. Largos, cortos, propios de una gala de nochevieja o de azafata del Gran Prix. Se lanza sobre ellos, los huele. Intenta arrancarles el olor que dejaron quienes los usaron. Tuitea.

Alguien grita que todo el mundo vaya al despacho de Fran Llorente. La turba avanza a carreras por el pasillo hasta el despacho del director de informativos. Al verles llegar Llorente se pone en pie. Tertsch es el primero en entrar y lo hace gritando "¡fuera de aquí!". Llorente permanece junto a su escritorio y pregunta a los recién llegados que quienes son. "Somos España", grita una voz. "Una hora le dedicaste al Congreso del PP y cuatro horas al Congreso del PSOE. ¡Eres un manipulador!", le increpa Tertsch. "Puede que se deba al hecho de que en el PSOE había una batalla entre dos candidatos mientras que el del PP había un candidato único. El interés informativo no era el mismo", argumenta Llorente intentando defenderse. En ese momento Tertsch agarra al director de los informativos por el cuello e intenta derribarle con algo parecido a una llave de judo. Llorente se aferra a su mesa y evita caer al suelo. Se escucha algo parecido a disparos pero en realidad es Carlos Dávila que está volcando las mesas en la redacción.
La directora de los informativos de Intereconomía, Pilar García de la Granja, o una chica que se le parece mucho, telefonea a su empresa y dice que no podrá acudir a trabajar. Cuando cuelga el teléfono masculla entre dientes que está harta de trabajar en una empresa quebrada con unas audiencias de mierda y que ella se merece mucho más. Su marido, un tipo que por su aspecto hace tiempo que debió cumplir los sesenta, la lleva en coche hasta la puerta del edificio de Torrespaña. En ese momento las puertas ya están abiertas. Pilar corre hacia el interior del edificio. Sabe dónde está el despacho de Ana Pastor y se dirige hacia él sin perder un solo segundo. Milagrosamente es la primera en llegar: La turba se entretiene saqueando cuanto pilla a su paso. Ana Pastor parece haber huído. Se sienta en el sillón de la presentadora de Los desayunos de TVE, se enciende un cigarrillo y tuitea.

Hermann avanza por los pasillo. Se saca la polla y orina en las paredes. Es una práctica bastante común entre determinados mamíferos cuando intentan marcar su territorio. Se la vuelve a guardar y tuitea una vez más.

Al fondo, la puerta del despacho de Ana Pastor parece abierta. Corre hacia ella echándose nuevamente mano a la bragueta. Cuando llega hasta la puerta, gritando como un salvaje y con la polla en la mano, se queda petrificado al ver que la silla de la presentadora de Los desayunos de TVE está ya ocupada por Pilar García de la Granja, que queda boquiabierta al contemplar la escena.

(continuará)
Besos.
Beta