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miércoles, 29 de julio de 2009

Placas y canciones

Hola,

Billinghurst con Santa Fe. Bajamos hasta Anchorena y giramos a la izquierda para acortar. De repente, en una de las casas encontramos una placa que recuerda a Borges.


- ¿Vas a fotografiar eso?
- Mujer, aquí vivió Borges.
- Pero si a tí no te gusta Borges.
- No descarto que algún día me empiece a gustar.

Caminamos unas manzanas hasta Pueyrredon. En Buenos Aires las calles tienen música, o al menos mi cabeza se la pone. Por ejemplo, si pasamos por Plaza Francia se activa un extraño mecanismo en mi cerebro que me hace tararear:

"Esperándote con ansia en Plaza Francia
la fragancia de tu rosa en mi pellejo
que no pude borrar en 4 días,
malditas despedidas,
me están volviendo viejo..."




Si vamos a San Telmo y pasamos por San Juan empiezo:

"San Juan y Boedo antiguo,
Pompeya y más allá la inundación,
tu melena de novia en el recuerdo,
y tu nombre flotando en el adiós..."


María me mira como si hubiera perdido la cabeza pero es un acto reflejo que no puedo evitar. Estamos en Pueyrredon.

- "Pueyrredon y Santa Fe, por qué vereda camina usted..."
- Joder con las cancioncitas.
- Tranquila que ésta no me la se.
- Menos mal. ¿De quién es?
- De Calamaro también, pero si quieres te canto una de Fito Páez.
- ¿También con nombre de calle?
- "El chico de la tapa ayer vendía flores en Corrientes..."
- No gracias, déjalo.

Unos metros después...


¿Borges otra vez? ¿En cuántas casas vivió Borges? Y sobre todo, si en Pueyrredon vivió desde el 29 al 39 y en Anchorena del 38 al 43, ¿Porqué los años 38 y 39 mantuvo dos casas? ¿Alguien ha investigado eso? ¿De quién se escondía? ¿Para qué necesitaba un segundo domicilio? ¿Acaso tenía una amante?

Y caso de que se trate de un error, ¿qué fabricante de placas conmemorativas se está llevando comisiones por hacer placas que recuerden que en esa casa vivió Borges?

Besos.

Beta

lunes, 27 de julio de 2009

Religión (2)

Hola,

Este post quizás sea continuación del anterior. Junto al cementerio de la Recoleta, en el que descansan los huesos de Evita (y que yo no he ido a ver), hay una iglesia colonial en la que me encontré este cristo tan argentino.


No soy ninguna experta, pero casi todos los cristos que he visto o bien estaban crucificados, o bien arrastraban una cruz, o bien tenían cara de predicador autocomplaciente adoctrinando a un grupo de feligreses, o bien cara de David Copperfield haciendo un milagro. Este, en cambio, es un cristo creíble, un cristo que no llega a fin de mes, con problemas de hipoteca y que se lamenta de su mala suerte. Parece tener cara de estar preguntándose qué es lo que ha hecho mal para que le hayan puesto esa corona de espinas mientras se repite resignado que "más cornadas da el hambre". Es un cristo que tiene hora en el psicoanalista los martes a las cinco de la tarde. Mola.

Besos.

Beta

miércoles, 22 de julio de 2009

Religión

Hola,

En Argentina, como en el resto del mundo, Dios es uno y tres a la vez. La diferencia es que aquí no hablamos del padre, del hijo y del espíritu santo sino de Gardel, Evita y Maradona. Hay un cuarto Dios -el Che-, abriendose camino con innumerables biografías, documentales y películas sobre su persona en las estanterías de El Ateneo, pero es un Dios que renegó de su condición de tal al renunciar a la ciudadanía argentina y preferir edificar su iglesia en Cuba, el Congo o Bolivia.

El Ateneo era un antiguo teatro que ha sido reconvertido en librería. Teniendo un lugar así donde comprar libros a una se le quitan las ganas de ser analfabeta.


Venden de todo pero me llama la atención la cantidad de libros que hay dedicados a Fidel, al Che o a Hugo Chávez. Tengo la sensación de que, en este lado del planeta, las cosas funcionan a otra velocidad y que el 2009 no es siempre el 2009. Los DVDs cuestan entre veinte y treinta pesos de media (entre cuatro y seis euros), así que por ese precio me arriesgo a que no se vean en mi reproductor de zona 2 y me llevo tres de Les Luthiers.

A la salida paramos un taxi. Lo conduce un viejecito de alrededor de noventa años. Le decimos que queremos ir al 1929 de Pedro de Mendoza, junto a La Boca. Nos han recomendado visitar la Fundación PROA donde se organizan unas exposiciones estupendas. Diez minutos más tarde estamos en un descampado bajo dos autopistas que sobrevuelan nuestras cabezas. "Esto es Pedro de Mendoza, ¿qué número me dijeron?". La calle está sin asfaltar y una jauría de perros sin collar olisquea el exterior del taxi. "Tiene que ser más adelante", explica el conductor. "Es junto a Caminito, en la Boca", le explicamos. Su avanzada edad, en cierto modo, nos tranquiliza ya que no parece en condiciones de bajarse los pantalones y violarnos entre alaridos de pánico. Evidentemente se ha perdido. Un tipo con cara de haber desayunado vísceras humanas pasa a nuestro lado y se nos queda mirando. Nosotras echamos el seguro del coche pero el viejito se detiene y baja la ventanilla. "Flaco, ¿cómo llego a Caminito?", le pregunta al malevo. Este le hace un gesto indicando que todo recto. Estamos rodeadas de chabolas en pleno centro de Buenos Aires y comenzamos a entender porqué en éste país Chavez no parece tan bufón como en el nuestro y porqué los mitos del Che y de Fidel siguen aún vigentes.

Finalmente llegamos. La Fundación está a menos de diez metros del célebre Caminito que el tiempo ha borrado, que juntos un día nos viste pasar, he venido por última vez, he venido a contarte mi mal. El taxista nos pregunta si llevamos anillos o pulseras. Le decimos que no, y nos explica que es una zona peligrosa en la que hay que andarse con cuidado. Sin embargo bajamos del coche y lo primero que nos cruzamos es un grupo de japoneses haciendo fotos a cuanto les rodea y un par de policías contemplando la escena. No parece inseguro pero, quizás, conviene no alejarse demasiado. En la Fundación PROA vemos una expo con fotos de Andreas Gursky, que nos encanta. Luego damos una vuelta por La Boca. Es posiblemente el barrio más popular de Buenos Aires y en él cualquier lugar parece bueno para montar una portería de fútbol.


Caminamos unos metros y nos encontramos con la Santísima Trinidad saludándonos desde un balcón.


Y un poco más adelante un Maradona de carne y hueso ofreciéndose para que te hagas fotos con él a cambio de unos pesos.


Yo prefiero marcar la casilla de fines sociales y no financiar a la iglesia, por muy Maradoniana que ésta sea.

Besos.

Beta

jueves, 16 de julio de 2009

Mujer rica, mujer pobre

Hola,

Sé que el mundo es un lugar injusto, que hay gente que merece más de lo que tiene y que algunos tienen mucho más de lo que jamás debieron tener. Todo eso lo sé, pero al sentarme a escribir este post prefiero olvidar cualquier tipo de rollo moralizante. Ahí voy.

Uno de los grandes atractivos que tiene Buenos Aires para una madrileña de vacaciones en el 2009 es que te permite la oportunidad de sentirte rica. No inmensamente rica pero sí bastante rica. No me refiero a la riqueza cultural, ni emocional, ni a esas chorradas de la "riqueza de espíritu" de la que hablan los curas, me refiero a la pasta, al dinero, al vil metal, a la plata. Conozco gente que disfruta haciendo puenting, o jugando a la play, o viendo un partido de fútbol, o siendo penetrada simultáneamente por cinco raperos negros con escasos conocimientos de matemáticas, pero aquí he descubierto el tremendo placer que me provoca el sentirme rica. Soy consciente de que no es más que una ilusión, de que no es más que el efecto de esa maravillosa droga llamada "devaluación" que transforma cada uno de mis euros en cinco con cuarenta pesos, y soy consciente de que cuando sus efectos pasen regresaré a mi vida pobre y miserable. Pero mientras ese momento llega, estoy dispuesta a jugar a que soy Grace Kelly en el país de las maravillas.

Llegamos a Puerto Madero atravesando el puente de Calatrava (los hace todos iguales), que aquí se llama "el puente de la mujer".


No sé nada de arquitectura pero un arquitecto amigo sostiene que Calatrava no es más que un cantamañanas. Es posible que los valencianos que tuvieron que achicar el agua del auditorio de la Ciudad de las Artes pocos días después de su inauguración, o los venecianos aterrados por el sobrecoste de su puente estén de acuerdo, pero yo creo que siempre habrá en el mundo un alcalde cateto dispuesto a presumir de tener un Calatrava con el que cruzar el río.

En Puerto Madero está el Faena. Es un hotel de cinco estrellas diseñado por Philippe Starck y ubicado en un antiguo edificio industrial. Accedes al vestíbulo a través de un pasillito ajardinado. Allí te espera el mito de la argentina tía buena hecho realidad.

- ¿Has visto qué tía? (...) ¿Que si has visto qué tía? (...) ¡¡Reacciona!!

En estado de shock y con Miss Buenos Aires en nuestras retinas caminamos hasta la cafetería. Hemos leído que Maribel Verdú era una asidua mientras estuvo aquí rodando Tetro. Por desgracia no nos la encontramos. Nos pedimos un café francés y un licuado de frutilla sin saber muy bien qué es lo que estamos pidiendo, pero como somos ricas aparentamos que eso es lo que desayunamos cada mañana. Saco la cámara para inmortalizar el momento. Primero fotografío a uno de los ciervos, o antílopes, o lo que sean de la pared...


... luego el detalle de una de las lámparas...


... y en ese momento se nos acerca una de las camareras y nos dice que está prohibido hacer fotos. Cuando te vuelves rica te vuelves arrogante y si a una rica arrogante le prohíbes hacer fotos se escandalizará, te mirará con aire de superioridad y te prometerá no volver a pisar nunca más ese sitio. Philippe Starck está sobrevalorado, el licuado de frutillas es un triste granizado de fresas y la luz de local es lúgubre y deprimente. No pienso dejar propina.

Al día siguiente lo intentamos en el Hyatt. Está en la calle Alvear que es como la calle Serrano de Madrid. Son las cinco de la tarde y nos dicen que, a esa hora, la cafetería del hotel se convierte en un salón de té. "Estupendo, nos tomaremos un té. Verde a ser posible". Nos acompañan hasta un salón en el que una chica toca la guitarra frente a una colección de bizcochos y pastelillos.


El té con scones cuesta ochenta pesos. Te lo sirven tres serviciales camareras. De repente nos sentimos dentro de una burbuja. Es posible que los periódicos hablen de crisis, de desempleo, de gripe A y de corrupción pero a mí lo único que me interesa es que María no se termine el dulce de leche y me deje un poquito para rebañar.

De repente entra en el salón un tío con falda. Le sigue una guapa... "¡coño, ¿esa no es Assumpta Serna?". María no tiene ni idea de quien es Assumpta Serna. No la culpo pero yo tengo unos amigos que asistieron a un taller de interpretación que ella impartía y reconozco perfectamente su cara. Es guapa. Se mueve como si fuera Gloria Swanson en "Sunset Boulevard" pero ya le hubiera gustado.

En el fondo es como nosotras. Todas tratamos de aparentar, ser quien en realidad no somos.

Besos.

Beta

miércoles, 8 de julio de 2009

Taxi a Palermo

Hola,

Los fines de semana ponen un mercadillo en La Recoleta que nos han recomendado. No nos gusta. La artesanía no es lo mío. Tampoco debe ser lo de quien hizo esta pintada.


Después queremos ir a un asador que nos han recomendado en Palermo así que paramos un taxi. Todo el mundo sabe que para mí los taxistas son, junto a los pederastas, los periodistas deportivos, la familia Aznar, el Vaticano, los nacionalistas llorones y la ministra González Sinde el eje del mal, pero es que en Buenos Aires puedes recorrerte media ciudad en taxi por dos euros y la ciudad entera por cuatro, así que estoy dispuesta a aparcar mis prejuicios por unos días.

- Vamos a Fitz Roy con Costa Rica.
- ¡Españolas!

Por mucho que intento disimular el acento me cazan en cuanto abro la boca. El taxista es un tipo de unos cincuenta años, muy moreno, medio calvo y con aspecto de estar recién levantado. "Mi padre tuvo una novia española... de Alicante. ¿Alicante está en la playa no? Sí, de Alicante. Le llevaba firme la gallega. Mientras estuvo con ella tenía el departamento reluciente, todo ordenadito. Pero él es de origen paraguayo y un paraguayo no deja que una mujer le de órdenes. Aún vive, pero ya no está con ella. ¡Cómo era la gallega! ¡Qué limpio tenía el departamento!. (...) El otro día llevé al actor más importante de España... a José Sacristán. Desde el centro hasta la embajada. No sé porqué le cobré los seis pesos... a José Sacristán. Estaba haciendo una representación en el teatro con José Soriano, uno de los grandes de aquí. ¿Conocen a José Soriano? Pero ya terminó. El viene mucho por Buenos Aires, no sé, le debe gustar. Aquí tenemos de todo. Buenos Aires gusta mucho a los europeos. A los españoles se les trata bien.Pero a mí el que me gusta ahora es ese otro actor, el gordito. ¿Cómo se llama? Segura, el de Torrente. Muy buenas películas. Me he visto la uno y la dos. La tres todavía no. Tengo que conseguir el "dividí". ¿A ustedes les gusta? Muy buenas películas. (...) Y el último disco de Raphael ¿lo escucharon? Muy bueno. Aquí gusta mucho. Canta una canción con Pimpinela. ¿Conocen a Pimpinela? Y canta con Sabina y con Rocío Durcal también. A mí me gusta mucho Raphael. Y Camilo Sexto. ¿Aún canta Camilo Sexto? Yo hace mucho que no lo oigo. Pero a mí me gustaba. Eso de la derecha es la militar. Ahí hice yo el servicio militar. Fue cuando la guerra de las Malvinas. Menudo el Galtieri. ¿Y Demi Rusos? Tuvo que salir de aquí porque dio un concierto y no se puede dar un concierto poniendo la música de un disco y moviendo la boca, eso no se puede hacer. ¿Ese no es español, no? (...) ¿Me dijeron Uriarte con Costa Rica? ¿Antes o después del cruce? Trece pesos. Pásenla bien. ¿Quieren mi tarjeta?".

Palermo es el barrio de moda de Buenos Aires. Se divide en dos: Palermo SoHo y Palermo Hollywood. La división la marca una vía del tren. Lo de SoHo no sé a qué viene, pero lo de Hollywood se debe a que en la zona hay unos cuantos estudios de radio y de televisión. De día Palermo Hollywood está muerto. No tiene tiendas, únicamente restaurantes. Palermo Soho, en cambio, es una zona mucho más comercial. Las tiendas aquí tienen un horario extraño. Muchas no abren por las mañanas. Tanto un Palermo como el otro son una zona de casas bajas, una especie de Village. Esta foto da una muestra de cómo es.


Las tiendas de Palermo no son especialmente baratas y eso que estos días están comenzando las rebajas. Hablando de rebajas, aquí pongo una foto de cómo anunciaba las suyas una tienda de la Calle Honduras.


Como en el mundo no hay nada mejor que una vendedora argentina enloquecida entramos a echar un ojo. Falsa alarma. Por desgracia todas estaban bastante cuerdas y no eran especialmente guapas. También nos llamó la atención el escaparate de esta otra tienda en la que un grupo de diseñadores venden su ropa.


En esta sí picamos y yo me compré unos guantes por ochenta y cinco pesos (menos de veinte euros).

Esto es todo por hoy.

Besos.

Beta

domingo, 5 de julio de 2009

Un día en las carreras

Hola,

Los caballos son mamíferos de cuatro patas que aparecen en las películas del oeste y a cuyos lomos se suben unos señores con plumas llamados índios. Stop. Hasta ahí llega toda mi sabiduría sobre el mundo del caballo. Sin embargo, me han recomendado que visite el hipódromo de Buenos Aires "Tienes que ir al hipódromo y cenar mientras apuestas en las carreras. No puedes ir a Buenos Aires y no pasar por el hipódromo". Obedezco porque lo de las apuestas no suena mal.

Creo que en Buenos Aires hay dos hipódromos pero el que a nosotras nos pilla más a mano es el de Palermo. Las carreras son desde las dos y media hasta las diez de la noche.

A las puertas del hipódromo unos vendedores nos ofrecen una revista sobre caballos al precio de dos pesos, pero nos las damos de listas y pasamos de largo. Nuestra primera sorpresa es que para entrar en el hipódromo no hay que pagar entrada. La segunda es que no hay señoras con pamela sino que el público lo componen, en su mayoría, tipos sacados de una película de Elia Kazan de los cincuenta con cierto aire malévolo (o como dicen aquí "malevo"). Lo primero que nos encontramos es una especie de plazoleta alrededor de la cual los caballos dan vueltas para ser mostrados al público. No entendemos mucho pero el número nueve es mucho más alto que los demás. "Hay que apostar al nueve, tengo una corazonada". A unos metros hay una cabina en la que se recogen apuestas.

- ¿De cuánto es la apuesta mínima?
- De un peso.
- ¿Y la máxima?
- De lo que usted quiera.
- Pues... diez pesos al número nueve. ¿Sabe usted cómo se llama el numero nueve?
- No lo sé. Esa información viene en las pantallas.

Cinco minutos después escuchamos por los altavoces que comienza la carrera. Nosotras no vemos nada. Subimos corriendo a una tribuna para tener mejor perspectiva. Finalmente vemos asomar una nube de polvo a lo lejos. Allí están. Allí vienen. ¿Cuál es el número nueve? Ni idea. Por la megafonía dicen que el cuatro va en cabeza seguido por el siete y que el seis viene por fuera. ¿Y el nueve? ¿Porqué no dice nada del nueve? Los caballos cruzan la meta y no nos hemos enterado de nada. Ni siquiera cuando han terminado logramos distinguir cuál es el número nueve ni en qué puesto ha quedado. Decepción. Le preguntamos al señor que está a nuestro lado que quien ha ganado y nos dice que el siete. "Mierda", decimos al unísono.

-¿Por cuál habían apostado?.
- Por el nueve.
- Pero si el nueve se pagaba a 37 pesos. Era el que más se pagaba. Ese no tenía ninguna "chance".

Nos preguntamos cómo sabrá este hombrecillo a cuánto se pagaba el nueve y nos muestra una enorme pantalla donde aparecen reflejadas las apuestas. Somos tontas. Hemos apostado al que nadie quería. Nos hemos dejado llevar por el aspecto del caballo y todo el mundo sabe que la belleza de las personas y de los caballos está en el interior. Además, por lo que acabamos de comprobar, los caballos altos son los más torpones. Habría sido mejor apostar a uno de los chiquitillos, que seguro que son más ágiles y rápidos.

El tipo de nuestro lado estudia un panfleto. Le preguntamos qué es y nos dice que es el programa del día. Le preguntamos dónde lo ha comprado y nos muestra el mostrador donde los reparten. Corremos a por un ejemplar y... ¡eureka! aquí vienen todos los datos que necesitamos. Vienen los nombres de todos los caballos, los nombres de sus jinetes, sus cuadras... Hemos apostado a ciegas pero ahora las cosas van a cambiar. Nos estudiamos ansiosas los caballos de la siguiente carrera, la décima.

El número uno se llama Horse on fire. Ese es nombre de caballo ganador. Según nuestro panfleto pertenece a una cuadra llamada Doña Coty. Doña Coty tiene nombre de protagonista adinerada de culebrón. A mí me gusta pero a María no. Ella duda entre el ocho, Anjiz ciclón, el siete Class road y el diez Macho Tauro. "No cojas a Anjiz ciclón porque es el que menos se paga. Si ganas te darán dos pesos por cada peso apostado y será casi como si no hubieras ganado". Ella duda, necesita más información. Me dice que vayamos a ver si son grandes o pequeños. Corremos hasta la plazoleta donde se muestran los caballos. Horse on fire ya no está pero sí vemos al número ocho.


El jinete es un enanito. Yo siempre he tenido la teoría de que las personas bajitas se gastan muy mala hostia pero no sabemos si, en este caso, eso es bueno o malo. María no está convencida. Se nos acaba el tiempo. Vuelta al mostrador de apuestas. "Veinte pesos para Horse on fire. Es el número uno. Gana seguro", digo yo dándomelas de entendida. "Veinte pesos a Macho Tauro, el diez, pero verás como el que gana es el ocho", dice ella nada convencida.

Regresamos hasta la tribuna y a esperar. Anuncian el comienzo de la carrera por la megafonía. "Partida de la décima carrera. A la cabeza el número uno, seguido del nueve y el cuatro (...)". ¿Ha dicho el uno? ¡El uno es el mío! "El cuatro en cabeza y tras él, el ocho y el nueve que avanza por fuera. El nueve se pone en cabeza seguido del ocho. El nueve con medio cuerpo de ventaja. El nueve domina con claridad. El nueve se impone con gran superioridad seguido del ocho".

- ¿Ha dicho que ha ganado el ocho?
- No, ha ganado el nueve.
- Pero algo ha dicho del ocho.
- Ha ganado el nueve y el ocho ha sido segundo.
- ¿Ves? Te lo dije. Tenía que haber apostado al ocho.
- No habrías ganado nada, ha quedado segundo.
- Seguro que algo me habrían pagado. Te dije que ganaría el ocho.
- El mío ha empezado el primero.
- Tenía que haber apostado por Anjiz Ciclón. Tenía una corazonada. ¡No vuelvo a hacerte caso!
- Oye, no la pagues conmigo, que yo no te he obligado a nada.

María me arrebata el programa de un tirón.

- No tienes ni puta idea. La próxima no me digas nada y déjame apostar a quien yo quiera. (Escudriña la lista con atención) No hemos tenido en cuenta cuáles habían sido sus últimos resultados, ese ha sido el problema. Veamos... en la siguiente... No hay ninguno que haya ganado antes pero Glorioso Bell ha quedado varias veces segundo y tercero.

¿Glorioso Bell? ¿Va a apostar a un caballo llamado Glorioso Bell? Yo no pienso decir nada pero eso sí que es no tener ni puta idea. A mí me gusta un tal Embelesado, que pertenece a una cuadra llamada "Las dos nenas", pero está claro que Embelesado tampoco es nombre de caballo ganador. La cosa está entre Old Tradford, que es un nombre que me suena no sé porqué, y Lovely Smile. Es evidente que tiene que ser un nombre inglés. Los ingleses tienen mucha tradición de caballos y estoy segura de que el primer requerimiento de un caballo ganador es tener un nombre inglés. Además, la carrera anterior la ha ganado un tal Mellow Price con lo que se confirma que mi teoría es cierta.

- ¿Cuánto vas a apostar?
- Cien pesos.
- ¿Estás loca?
- Cien pesos no son ni veinte euros.
- Tía, has perdido la cabeza. No tenemos ni puta idea de caballos.
- Tú, no tienes ni puta idea. Yo dije que en la anterior ganaba el ocho y quedó segundo.
- Haz lo que te de la gana.

Volvemos al mostrador de apuestas. María apuesta cien pesos a Glorioso Bell. Está loca pero yo no pienso discutir. Yo apuesto ochenta a Lovely Smile.

Los caballos se van hasta la línea de salida y nosotras decidimos que, esta vez, nos acercaremos a una de las pantallas de televisión porque es la única forma de ver la carrera enterándote de algo.


Le pregunto si se ha fijado en cómo iban las apuestas. Se golpea la frente y grita que... ¡no! Yo tampoco. ¡Error!

- Glorioso, número cuatro dónde estás... ¡seis pesos! El mío a seis pesos. ¿Y el tuyo?

Un escalofrío me recorre el cuerpo. Confirmo que mis ojos no me engañan. ¡¡El puto Lovely Smile se paga a 116 pesos!! ¿Pero a qué caballo he apostado, a uno con tres patas? ¡¡¡Mierda, mierda y mierda!!! Me he puesto nerviosa con tanto tú no tienes ni puta idea y no he mirado cómo iban las apuestas. ¡¡¡Ciento dieciséis pesos, no tengo ninguna oportunidad!!! "Míralo por el lado bueno -me consuela María-. Si ganas te llevas... ¡¡ocho mil pesos!!". ¿Ocho mil pesos? Los ojos se me abren como platos. ¿Eso cuántos euros son? ¡Más de mil quinientos euros! ¡¡¡Dios!!!

"Largada de la undécima carrera. El ocho y el cinco pelean por la cabeza seguidos por el cuatro y, un poco más alejado, el catorce". María está casi colgada de la pantalla. Yo prefiero no mirar. Puto Lovely Smile, nunca olvidaré tu nombre. "Quinientos metros para el final con el ocho, el cinco y el catorce en cabeza. El cinco comienza a perder fuerza mientras el catorce se destaca. El catorce con dos cuerpos. El catorce con cinco cuerpos de ventaja. ¡Victoria contundente del catorce con más de cinco cuerpos de ventaja sobre el ocho y el diez!".


"¡Jamelgo de mierda, que no sirves ni para filetes!", le grita María a la pantalla ante la mirada estupefacta de un grupo de tíos. Yo, desconsolada, me llevo las manos a la cabeza. El suyo ha quedado séptimo y el mío ha sido penúltimo.

- ¿Cuánto hemos perdido?
- Cien, ochenta, más cuarenta, más diez de la primera... doscientos treinta pesos.
- ¿Y eso cuánto es?
- Algo más de cuarenta euros.
- Pfff ¿cuarenta euros? Como una cena barata en Madrid. ¿Nos vamos a cenar?
- Si, pero no aquí, yo paso del hipódromo y de los putos caballos. No vuelvo, yo aquí no vuelvo.
- Tranquila, tampoco creo que te fueran a dejar entrar-, digo yo.

Besos.

Beta

miércoles, 1 de julio de 2009

Con C, de Corrientes y Casciari

Hola,

He estado en el teatro. Si una está en Buenos Aires tiene que ir al teatro. Tenía unas invitaciones esperándome en la taquilla de "Más respeto que soy tu madre" por cortesía del propio Casciari y yo, por mi parte, me he comprado entradas para "Agosto".


"Más respeto..." empezó siendo un blog. Luego se convirtió en un libro. Ahora es una obra de teatro. Dentro de poco será una película. Supongo que todo aquel que escribe un blog aspira a que le ocurra algo así. Desgraciadamente, Casciari no hay más que uno y al resto sólo nos queda la envidia.

El día que fuimos a ver "Más respeto que soy tu madre" el teatro estaba hasta los topes. No debe ser casual ya que la obra está siendo un pelotazo. A unos metros del teatro, al pie del obelisco, el Partido Obrero daba uno de sus últimos mítines de campaña. Su lema es: la crisis que la paguen los capitalistas. Pura ingenuidad.


Llegamos de las primeras. Poco a poco nos fue rodeando un público de señoras mayores que nos hizo preguntarnos si nos habríamos equivocado de espectáculo. La obra ha sido adaptada por un tal Antonio Gasalla que, además la dirige e interpreta. Teniendo en cuenta que se trata de un tío que, según me contó Hernán, se ha pasado la vida interpretando papeles femeninos, temimos que se tratara de una suerte de Lina Morgan o de Juanito Navarro a la argentina. Por suerte nada que ver. Antes de que empiece la representación un grupo de "piperos" se pasea el por el patio de butacas ofreciendo "refrescos, chocolates, sugus confitados". Me recuerda a "Días de radio", pero en un teatro y con acento porteño.

Nos reímos bastante aunque, he de reconocer, que no siempre con las mismas cosas con las que se reía el resto del público. A nosotras nos hacían gracia los gags sobre la vida cotidiana en Argentina (el marido futbolero, los políticos corruptos, las sucesivas devaluaciones de la moneda...) mientras que las señoras de nuestro lado disfrutaban especialmente cuando escuchaban pronunciar la palabra "coger". Supongo que cuando llenas un teatro durante meses y meses no puedes pretender que tu público lo formen filósofos existencialistas.

Tengo la sensación de que el teatro en Buenos Aires tiene poco que ver con el teatro en Madrid, de que aquí ir al teatro es algo mucho más popular, mucho más generalizado. Supongo que cuando los dueños de Zara o de H&M se enteren de que tienen unos locales tan apetecibles en pleno centro de Buenos Aires la Argentina comenzará a "europeizarse". O quizás no. Esperemos.

Besos.

Beta

lunes, 29 de junio de 2009

De grasa o de manteca

Hola,

Estoy en Buenos Aires viendo a los argentinos votar. Las elecciones aquí son una suerte de exorcismo en el que el país trata de sacarse el diablo de dentro. Trata de sacarselo una y otra vez, elección tras elección y nunca termina de conseguirlo. Los ciudadanos desprecian a sus políticos y los políticos se vengan robando a los ciudadanos. Es un bucle interminable. El otro día un hacker se metió en la página oficial del padrón y donde ponía "Buenos Aires" escribió: "Buenos Aires, panda de ladrones". No hizo más que decir lo que mucha gente piensa. El programa de más audiencia de la televisión se llama "Gran Cuñado" y es un show en la que una serie de imitadores de los principales políticos del país viven encerrados en una supuesta casa de Gran Hermano. Ahí dentro se dicen lo que no se atreven a decir fuera y aparecen como una ridícula pandilla basura en una fiesta contínua. He aquí un botón, con el matrimonio Kirchner de protagonista.



El problema es que la reacción de los políticos tras las parodias ha sido convertirse en sus propias caricaturas y comenzar a imitarse a sí mismos. Es como si tu escupieras a alguien y ese alguien te abrazara emocionado y te devolviera el escupitajo restregando su cara contra la tuya. No solamente no se dan por aludidos sino que parecen disfrutar con la humillación, con lo que la humillación ha dejado de ser tal. Todo se resume en esta pintada que vi a escasos metros de la Casa Rosada.


En Argentina a los cruasanes se les llama medialunas y las hay de dos tipos: de grasa y de manteca. Tengo la sensación de que aquí, con los políticos pasa igual, los hay de grasa y de manteca, pero todos son políticos.

Cambio de tema. Me he comprado un par de cds de "Los abuelos de la nada", el primer grupo de Calamaro. No puedo dejar de tararear esta canción.



Muerdo del anzuelo y vuelvo a empezar de nuevo, cada vez.
Tengo en la mano la carta para jugar el juego cuando quieras.

Caminando, caminandote mi calle que quiza yo pueda cambiar.
Esperando, esperandote costumbres argentinas de decir: ¡No!

El problema es otra vez la situacion, cada vez peor, del corazon.
Yo camino todo y veo cada vez que quiero, y te espero.

Caminando, caminandote mi calle que quiza yo pueda cambiar.
Esperando, esperandote costumbres argentinas de decir: ¡No!


Besos.

Beta

miércoles, 24 de junio de 2009

Montevideando

Hola,

Siempre me he preguntado cuánto habría de literatura y cuánto de verdad en los irónicos retratos que Hernán Casciari hace de los uruguayos así que, una de las primeras cosas que he hecho al llegar a Buenos Aires ha sido sacar dos pasajes en el buquebús a Montevideo. Hemos pillado una oferta y nos han salido por 430 pesos cada uno, es decir, unos ochenta y cinco dólares. Me ha parecido muy caro pero también me lo ha parecido el hotel (en el que nos han pedido ciento veinte dólares americanos por noche). Como soy muy bien pensada me creo que si nos piden ese dinero será porque Uruguay lo vale.

Pensaba que tomar un barco era algo sencillo pero para subirte al buquebús te piden que te presentes con una hora de antelación en la terminal. Así lo hacemos. Allí nos hacen rellenar una serie de papeles de aduana. El trayecto dura unas tres horas, la mayor parte de las cuales las dormimos. Las ventanas del barco están demasiado sucias como para comprobar si el Río de la Plata es tan marrón como dicen.

Montevideo. Cuando desciendes del barco te encuentras con un escáner para las maletas y un arco de seguridad para detectar si llevas algún objeto metálico. Nada distinto a cualquier otro paso aduanero salvo por el hecho de que aquí no hay nadie vigilando ni el escáner ni el arco de seguridad. Así que no me molesto en deshacerme de llaves, cinturón ni pulseras. Cruzo y... el arco y no suena. Estoy segura de que ni siquiera está conectado. Unos metros después un señor bajito nos da la bienvenida a Uruguay acompañada de un papelito en el que se lee que si tienes fiebre o algún síntoma de ser portador del virus de la gripe A se lo comuniques a "sanidad sin fronteras". Pienso que éste es un país que confía en los ciudadanos y temo que lo siguiente sea un cartel que diga:

"Si es usted ladrón, asesino, o planea cometer algún delito, los horarios de apertura de la comisaría para entregarse son:
De lunes a viernes de 10.00 a 14.00 y de 16.00 a 19.00.
Sábados de 10.00 a 13.00.
Domingos y feriado CERRADO".


Empiezo a pensar que Hernán puede tener razón. Subimos a un taxi que nos lleva al Hotel. El trayecto cuesta cuarenta y pico pesos uruguayos, que son ocho pesos argentinos, que son dos dólares, que es un euro y medio. La cabeza me echa humo. Cuando llegamos María pregunta dónde está el hotel y el taxista le responde que es "ese portal de la derecha". Parecía mucho mejor en las fotos. Subimos las escaleras de entrada y nos encontramos con una recepción en la que no caben juntos el recepcionista y el botones gordito que le acompaña. "Teníamos una reserva a nombre de María Vallejo". El recepcionista consulta el ordenador y le dice al gordito que nos van a pasar de las 404 a la 301. No sabemos a qué se debe el cambio ni si es para mejor o para peor pero, tal como pintan las cosas, nos tememos que sea esto último.

El hotel está situado en un maravilloso edificio con aire colonial pero las habitaciones son bastante desastre. Son una especie de miniduplex. Abajo un saloncito pelín mugriento y arriba el dormitorio y el baño. El armario, que debería estar arriba, está abajo y la calefacción solo arriba (abajo te congelas). También hay un insecto trepando por la pared. Las puertas y las ventanas no cierran. Nos miramos resignadas pero nada puede con nuestro optimismo.

¿Qué se puede hacer en Montevideo? Según la guía no te puedes perder el museo de Torres García, a menos de una "cuadra" del hotel. Allá que vamos. Yo no sé nada de Torres García pero, a medida que voy leyendo su biografía comienzo a sentir penita. Síendo un niño su familia emigró a España y se instaló en Mataró. Yo no tengo nada contra Mataró pero ¿no había otro sitio más atractivo? Su carrera de pintor comienza en Cataluña. Siguiendo cánones clásicos pinta algunos murales donde exalta el patriotismo catalán. Las pinturas no gustan y poco después de su conclusión son tapadas. Su pongo que debe ser bastante desalentador para un pintor ver cómo tu obra es sepultada por otra que se considera mejor. Resignado se marcha a París, pero en una ciudad donde triunfan las vanguardias, sus pinturas "indígenas" tampoco tienen cabida. De ahí a Nueva York. Cuando llega piensa que esa será su ciudad pero no tarda en descubrir que estaba equivocado y viaja a Madrid. En Madrid más de lo mismo. Finalmente regresa a Montevideo donde le aguarda el éxito. Fin de la nota biográfica.

El Museo nos parece un lugar decrépito. De hecho somos las únicas visitantes. He leído que uno de los atractivos de la ciudad son las pintadas de las paredes. Así que paseamos en busca de alguna. Esta es la que más gracia nos hizo.


¿Cómo han sabido lo sucias que somos? Hacemos más fotos.


Las calles de la ciudad vieja están desiertas. Solo pasa alguna viejita de vez en cuando...


... o un carromato tirado por un caballo.


Vemos unos camiones último modelo...


... y para que todo no parezca tan decadente he aquí una foto de la principal plaza de la ciudad.

Besos.

Beta

lunes, 22 de junio de 2009

La crisis vive en las cunetas

Hola,

El vuelo IB6843 con destino a Buenos Aires sale a su hora. Llevo asiento de ventanilla. Me gusta mirar por la ventana en los aviones. De todos modos, casi todo el trayecto será de noche así que es muy probable que no pueda ver a ningún cadáver cuando sobrevolemos la costa brasileña. El avión no es demasiado moderno. No tiene pantallas individuales en cada asiento sino algunas generales. En el despegue nos ponen la imagen del avión captada desde una cámara situada en la cola del aparato y yo miro por la ventana y por la pantalla al mismo tiempo en un desesperado intento por saber qué es lo que ocurre en el exterior. La imagen de la pantalla es fascinante. Me pregunto qué habrían sentido los pasajeros del los aviones del 11S si hubieran tenido la posibilidad de ver una imagen como esa. Habrían visto su merte en directo y transmitida por televisión. En los aviones tiendo a pensar en la muerte.

Hemos tenido suerte y volamos en la fila 37, que es la de la salida de emergencia. Frente a nosotras se sienta una azafata de unos cincuenta años. Lleva una plaquita con su nombre escrito: L.Serrano. Si tuviéramos un accidente probablemente mi cuerpo saldría catapultado hacia el suyo y nos encontrarían a las dos calcinadas y abrazadas. No quiero que si me muero me encuentren abrazada a una señora de cincuenta años a la que ni siquiera conozco. Aprieto la mano de María y despegamos.

En doce horas pasamos del verano al invierno. En Buenos Aires están a cinco grados, treinta menos que en Madrid. Descendemos y se forma una gran cola antes del control de pasaportes. El embudo lo provocan dos chicas con el rostro cubierto por mascarillas. Sostienen un extraño aparato en la mano. Al principio pienso que nos van a fotografiar pero, en realidad, lo que hacen es tomarnos la temperatura. Si tienes fiebre estás jodida porque eres sospechosa de tener la gripe A y aquí ya van por seis muertos.

Luego cogemos a un taxi, o mejor, simplemente nos subimos en él. Durante el trayecto escuchamos las soluciones para la crisis que propone una locutora:

1.- Compren productos de marcas blancas, que son más baratos.
2.- Aprovechense de las ofertas de dos por uno.
3.- No dejen pasar las rebajas del día del padre.

Después hablan de Hugo Chavez. Dicen que es un tipo leído, "alguien que ha leído a los grandes... a Marx, a Mao, a Perón". Desconfío de las emisoras de radio que escuchan los taxistas casi tanto como de los propios taxistas. Entretanto nos hemos cruzado con tres coches tirados en las cunetas, con el capó abierto y con sus dueños desesperados. ¿Será una epidemia o simplemente la crisis?

Besos.

Beta

jueves, 18 de junio de 2009

El gran hijo de puta

Hola,

En el subsuelo del aeropuerto de Barajas vive un gran hijo de puta. Es soltero porque no ha encontrado a ninguna idiota dispuesta a liarse con él ni siquiera una noche. Tiene treinta y cinco años y es uno de los mayores pajilleros del globo. Si no fuera por las prostitutas de la Calle Montera seguiría siendo virgen. Vive con sus padres pero ellos le odian y no saben como librarse de él. Se pasa el día tirado en el sofá. Por las mañanas se ve a Ana Rosa y siempre está de acuerdo con las opiniones de Belén Esteban. Admira a Belén Esteban y tiene su habitación forrada con las fotos en las que ésta apareció enseñando las tetas de silicona en Interviu. Por las tardes no se pierde nunca "El Diario de Patricia", pues le encanta ver a descerebrados discutiendo y mostrando sus verguenzas en televisión.

Cuando hace unos años sus padres decidieron cortarle "financiación" no tuvo más remedio que buscarse un curro y ponerse a trabajar. Lo único que encontró fue un puesto cargando maletas en los bajos del aeropuerto. Al principio, mal que bien, cumplía su jornada laboral, pero con el paso de los meses comenzó a buscar excusas. Primero argumentó que tenía dolencias en la espalda provocadas por los largos años que había pasado recostado en el sofá de su casa. Luego argumentó que padecía una depresión provocada por tener que verse el careto en el espejo todas las mañanas. Finalmente descubrió la existencia de una enfermedad llamada "síndrome de fatiga crónica" y persiguió a los médicos durante varios meses para que se la diagnosticaran. No tuvo suerte.

Un día, mientras cargaba una sansonite con destino a Caracas los cierres de la maleta cedieron. En un primer momento, el gran hijo de puta temió que le acusaran de haber sido el causante del estropicio. Las palmas de las manos comenzaron a sudarle pero, cinco minutos después, la sensación de peligro se desvaneció. Nadie le había visto y, por tanto, nadie le había denunciado. Solo entonces reparó en el contenido de la maleta desvencijada. Observó un sujetador y también un par de bragas. Las cogió y, en un movimiento reflejo, se las llevó a la nariz. Cerró los ojos y aspiró. Segundos después se empalmó. Miró a su alrededor y se guardó las bragas en el bolsillo. Luego buscó algo con lo que atar la maleta y volvió a colocarla junto al resto del equipaje destinado a Caracas. Ya en su casa, olió y lamió nuevamente la prenda y pensó que acababa de descubrir algo parecido al camino que conduce hasta la felicidad. Horas después, en el otro extremo del planeta, Adelaida Fischer, una septuagenaria con más de treinta años viviendo en Caracas echó en falta una de sus bragas.

Desde aquel día, cada vez que el gran hijo de puta carga una maleta se pregunta si en su interior habrá unas bragas capaces de darle tanta felicidad como las de Adelaida. Poco a poco, ha ido adquiriendo la costumbre de abrir algunas de las maletas que pasan por sus manos. Ayer, el gran hijo de puta, se fijó en la mía. Se cercioró de que nadie le observaba e hizo saltar la cremallera. Revolvió la ropa que encontró y se apropió de un tanga de color rojo. Se que mientras yo le maldigo él se estará masturbando. Ojalá se le disloque la muñeca.

Menos mal que me queda Buenos Aires.

Besos.

Beta

martes, 16 de junio de 2009

Buenos Aires

Hola,

Seis bragas y las que llevo puestas. Dos pantalones y los que llevo puestos. Seis camisetas y la que llevo puesta. Seis pares de calcetines. Dos jerseys de cuello vuelto. Un abrigo. Un chubasquero. Unas botas. Unas All Stars negras. Una cámara de fotos con dos objetivos y dos baterías cargadas. El portátil. Ocho capítulos de Shoah, un documental sobre el holocausto (creo) que me recomendó Pepe Tito hace semanas, que aún no he tenido tiempo de ver y con los que pienso matar al jet lag cuando venga a buscarme. Medicinas varias. El pasaporte. Un reloj que marca cinco horas menos. La guía de Lonely Planet de Buenos Aires y un plano de la ciudad.

Ya está. Yo ya he hecho mi parte de la maleta.

Solo pienso en Buenos Aires. Me está esperando a unos miles de kilómetros de distancia. Tengo el billete y tengo el asiento del avión. Tengo, también, muchos clichés en la cabeza sobre los argentinos que posiblemente tenga que romper nada más llegar. En Buenos Aires encuentras, a juicio de los bonaerenses, las mejores pizzas y la mejor carne del mundo, las librerías más espectaculares, las mejores representaciones de teatro y los políticos más corruptos (a los que veré votar en directo el próximo día ventiocho). Tiene pinta de ser una ciudad de excesos y, a mí me encantan los excesos.

Lo próximo desde allí. Se admiten recomendaciones.

Besos.

Beta

miércoles, 12 de noviembre de 2008

Harajuku

Hola,

El día que los americanos lanzaron la bomba atómica sobre Hiroshima los japoneses dejaron de creer en los reyes magos. Llevaban años confiando en la fortaleza de su imperio y en los poderes, casi sobrenaturales, del emperador cuando los norteamericanos les devolvieron al mundo real poniendo ciento setenta mil cadáveres sobre la mesa de un solo golpe. Según cuentan los libros de historia, el emperador reunió a su gobierno y, en medio de la solemnidad del momento, todo el mundo comenzó a llorar antes de aceptar la rendición incondicional que Truman les proponía.

Todo eso viene a cuento porque, tengo la sensación, de que los japoneses pueden ser infinitamente retorcidos e infinitamente ingenuos al mismo tiempo. Tan retorcidos como para inventar la más sofisticada de las máquinas y tan ingenuos como para dejarse robar la cartera en la Puerta del Sol por el clásico chorizo local. Antes de venir a Japón me dijeron que este era uno de los países más seguros del mundo, y que podría caminar sola por las calles más turbias de la ciudad en plena noche sin que me pasara nada. He recorrido Shinjuku y su barrio rojo, donde los prostíbulos se anuncian con carteles en los que aparecen las fotografías de sus mejores putas y putos y, en ningún momento, me he sentido amenazada.

Tengo también la sensación de que este fue, durante mucho tiempo, un pueblo constreñido y tímido que prefería mirar hacia sí mismo antes que hacerlo hacia el exterior (quizás eso explique de algún modo su incapacidad/pereza para hablar inglés), pero también tengo la sensación de que las cosas están cambiando y que los japoneses han comenzado a "salir del armario" y a olvidarse de complejos pasados. ¿De qué otra forma sino puede entenderse el constante desfile de "raros" de Harajuku?













Evidentemente ya he vuelto de Japón. Contenta aunque sin un duro. Me quedan millones de fotos y algún post más que colgaré "en diferido".

Besos.

Beta

lunes, 27 de octubre de 2008

Una japonesa dentro de mi

Hola,

Llevo varios días intentando escribir un post sobre lo extraños que nos resultan los japoneses cuando viajan al extranjero. Empiezo a escribir y no paso del primer párrafo porque no me gusta el resultado de lo que escribo. Trato de contar lo sorprendente que me resulta esa actitud suya de contemplar el mundo a través de una cámara fotográfica y el aire de superioridad idiota que, en ocasiones, adoptamos cuando vemos como, en un museo por ejemplo, en vez de disfrutar observando los cuadros lo que hacen es capturarlos con sus cámaras como si de ávidos cazadores se tratase.

Llevo varios días intentando contar que ahora les entiendo mucho mejor porque he descubierto que soy como ellos. El otro día noté que un par da japoneses me miraban sorprendidos después de que hiciera esta fotografía.


Al igual que esta otra, está tomada en el mercado de pescado de Tokyo.

De repente, me sentí como una japonesa en el extranjero fotografiando nimiedades y entendí que lo hacía porque me encuentro en un páis que me sorprende a cada paso y hace que me sienta un poco marciana.

Otro ejemplo: Japón es una feria ambulante. Los japoneses viven instalados en la cultura del feriante vocero. Entras en unos grandes almacenes, en esas pastelerías que más parecerían joyerías por la delicadeza con que son capaces de envolver un simple pastelito, y te llama la atención que todo el mundo grita. Yo no entiendo lo que dicen pero me imagino que será algo así como "mochis a trescientos yenes oiga, me los quitan de las manos, me los quitan de las manos, a trescientos yenes el pastelito individual y si se lleva la caja de seis a mil quinientos". Y esto, lo mismo lo hacen en el interior de unos grandes almacenes que en las calles de Shibuya o Akihabara megáfono en mano.

En resumen, que cuando me sorprendo cámara en mano retratando cosas que a ellos les parecerán normales pero que a mí me resultan de lo más llamativas me digo a mí misma: no importa Beta, haz fotos y no te cortes, como si fueras una japonesa en Madrid.

Besos.

Beta

martes, 21 de octubre de 2008

Taxis en Kyoto

Hola,

Uno.

Supongo que vivir en Madrid me ha hecho aprender que el mundo lo conforman los buenos y los malos. Buenos son los malos estudiantes, las putas, los cantantes sin éxito, los actores en paro, los periodistas sin sueldo, los borrachos, los tímidos, aquellos que han sido abandonados por sus parejas, los miedosos, los camellos a tiempo parcial, los que chupan banquillo, los que chupan otras cosas.

Malos son los porteros de discoteca, los periodistas a sueldo y, sobre todo, los taxistas.

En Kyoto he cogido dos taxis, no me quedaba otra si quería ir de la estación al apartamento y del apartamento a la estación. Me habían dicho que el trayecto debería costarme alrededor de mil quinientos yenes. En el viaje de ida pagué mil trescientos veinte. En el de vuelta mil cuatrocientos cincuenta. Podría esforzarme por no parecer turista pero, cuando viajas a un país donde todo el mundo tiene los ojos rasgados, ese es un objetivo bastante inútil. Llego a una estación, sola, sin hablar una palabra de japonés y señalo una calle en un plano. Soy un corderito. Cualquier buen taxista español me daría una vuelta por las afueras, luego otra por los adentros, luego otra vez por las afueras y, finalmente, me cobraría siete mil yenes. Cualquier buen taxista español llevaría sintonizada la COPE, me daría una conversación que no le he pedido, como para confraternizar, me miraría reiteradamente por el retrovisor y, en el peor de los casos, mancharía el salpicadero aliviándose una vez que yo me hubiera bajado (que levante la mano el taxista que no se haya hecho una paja en el taxi).

Aquí los taxistas son otra cosa. Los hay con gorra de plato y los hay con guantes blancos. Tienen un dispositivo que hace que la puerta se te abra automáticamente y, cuando llevas equipaje, son ellos mismos quienes te la abren y te la cierran como si fueras la mismísima emperatriz. Además, indefectiblemente, llevan los reposacabezas cubiertos por unos mantelitos de ganchillo de lo más kitsch, que posiblemente hayan heredado de sus abuelas.


El trayecto de mi primer taxi de Kyoto lo pasé temerosa ya que unicamente llevaba billetes de diez mil y en uno de los cartelitos del taxi había escrito un algo junto a un “5000”. Interpreté el cartel como que no aceptaban billetes de importe superior y me temí una discusión en idioma marciano cuando yo sacara mi billete de diez. Nada de eso. Cuando me tocó pagar saqué mi billete, se lo mostré y dije “sori” (que es la forma que tienen ellos de pronunciar “sorry”). El taxista hizo un gesto de “no pasa nada”, me dio cambio, se bajó, me bajó la maleta, me abrió la puerta para que saliera y me hizo una reverencia. He leído que en este país no está bien visto dar propinas pero nunca había sentido tantas ganas de dar una. Le devolví la reverencia, le sonreí con todos mis dientes y le despedí con mi mejor “arigato”.

Dos.

Supongo que el simbolito que llevan los taxis de Kyoto sirve para distinguir a qué compañía pertenecen, pero yo prefiero pensar que hay taxis para enamorados...


... para afortunados...


... para quienes están en la luna...


... para quienes se estrellan...


... y para los demás.


Besos.

Beta

miércoles, 15 de octubre de 2008

Templos, cordones y geishas (de garrafón)

Hola,

El otro día, antes de quedarme dormida frente al teclado, contaba que Kyoto es el Japón más tradicional frente al moderno Tokyo. La ciudad en sí no me dice gran cosa como conjunto, pero creo que lo interesante aquí no es tanto la ciudad como la gran cantidad de templos que tiene. Me ha parecido espectacular el de Sanjusangen-do, en el que cuando entras te encuentras con mil estatuas doradas (y una más de propina) todas iguales, con un montón de bracitos saliéndoles de la espalda, todas colocaditas en lo que parece un inmenso graderío. Supongo que habrá fotos por internet pero yo no pude hacer porque no dejan. Bueno, hice esta del exterior del larguísimo templo...

... Y esta otra que me gusta más aunque diga menos.

Ahora un comentario de turista cateta: La gran putada de los templos es que cuando llegas te hacen descalzarte, y si vienes con unas all stars para darte tus buenas caminatas acabas hasta el moño de atarte los cordones (fin del comentario cateto).

También me tocó descalzarme en el Castillo de Nijo en el que hay unos cuantos pasillos en los que el suelo emite un ruido muy parecido al canto de los pájaros cuando caminas sobre él. Al parecer, debajo de las maderas hay un sistema de pequeños clavos que al rozarse emiten ese particular sonido, y que fue creado para saber si alguien se acercaba. Me pareció algo jodidamente retorcido pero de una esquisitez y de una belleza absolutas.

Sin duda el templo más turístico de Kyoto es el del pabellón dorado. Está hasta el culo de colegios y la escena más repetida cuando estás frente a él es esta:

Me llamó la atención que todos los niños al fotografiarse hicieran el signo de la victoria.

Pero si de turismo se trata, el punto más concurrido es el barrio de Gion, también conocido como el barrio de las geishas. Dicen que es díficil cruzarte con una pero hoy debía ser mi día de suerte ya que, en una de las calles, me he dado de bruces con un par de ellas. Me ha llamado la atención que se estuvieran dejado fotografiar pero el fotógrafo me ha explicado que era un fotógrafo profesional y que estaba haciendo un reportaje. Ellas, evidentemente, no eran geishas sino actrices, pero como yo no buscaba follármelas me ha dado un poco igual. Primero el fotógrafo en plena acción.

Y luego ellas descojonándose de la espectación creada.

Más tarde he doblado la esquina y me he encontrado con un rodaje donde las geishas también eran protagonistas. He preguntado a una de las asistentes y me ha explicado, en un inglés macarrónico, que estaban rodando una serie de policías para la televisión. Le he preguntado cómo se llamaba la serie y me ha enseñado la portada de su carpeta en la que aparecía el título en japonés, así que no me ha aclarado gran cosa.

No obstante, yo me he ido contenta después de mi ración de geishas de garrafón.

Por si hay algún listillo en la sala, explicar que las geishas, en realidad, no llevan la cara pintada de blanco. Las de la cara pintada se llaman "maikos", creo, y son aprendices de geishas.

Besos.

Beta

lunes, 13 de octubre de 2008

Shibuya y una cena en Kyoto (incompleto)

Hola,

No estoy en Tokio, estoy en un capítulo de una serie de dibujos animados. Decidme sino si esto no es puro manga:


En mi segundo día en Tokio estuve en Shibuya, uno de los barrios más conocidos de la ciudad, donde vi el que dicen es el cruce más transitado del mundo.


Pero este es un país de contrastes y, a unas cuantas calles de distancia (cuesta arriba), todo ese bullicio desaparece y comienzan a aparecer lo que aqui llaman "hoteles del amor".


Luego comí en el que dicen que es el sitio donde ponen el sushi más barato de Japón, y no porque el pescado esté malo ni nada parecido, sino porque te obligan a comer en menos de media hora. Me habría sido imposible llegar hasta él de no haber sido por cuatro chicos que suplieron su falta de inglés con amabilidad y me llevaron hasta la misma puerta del restaurante. Nueve platos por mil yenes, una ganga.

Mi primer Zara (y hasta ahora el único) me lo encontré en la calle Omote Sando, una especie de boulevard donde están las tiendas de marca.


El viernes cogí un tren para Kyoto. La estación era un hormiguero debido a que hoy, lunes, es fiesta en Japón y la gente se iba masivamente de fin de semana. Mientras hacía cola en el mostrador de información para preguntar el andén desde el que salía mi tren un par de viejas encorvadas intentaron colárseme echándole bastante morro a la vida (la gente aquí es exageradamente amable, por eso su actitud me llamó la atención).

Aquí he alquilado un apartamento superbarato que me recomendó Mariko. Viene con bicicleta incluída, y esa es, sin duda, la mejor forma de moverse por la ciudad. Estoy a unas manzanas del Palacio del Emperador, en una zona residencial. Acabo de volver de cenar y he sido la atracción del restaurante (un restaurante muy pequeño a una manzana de donde estoy). Cuando he entrado todo el mundo se me ha quedado mirando con cara de "de dónde ha salido esta". No había más que una decena de clientes (no cabían más) pero he tenido la sensación de que todos han comenzado a comentar mi presencia. Ha venido la camarera y le he dicho las dos palabras mágicas que me he aprendido: "sushi moriwase" (sushi variado). Ella se ha ido a hablar con una de las clientas que se me ha acercado y me ha balbuceado en inglés si había algún pescado que no me gustara. Con mi mejor sonrisa he respondido que me gustaban todos en general y ella me ha saludado inclinando la cabeza. Luego ha vuelto y me ha preguntado de qué país era, a lo que he respondido que de "Spain". "¡¡¡Spain!!!", ha gritado para que se enterara el resto de la clientela y, muy contenta, ha comenzado a hablarme en algo parecido al castellano y a decirme que su marido y ella estuvieron hace unos años en Madrid y en Barcelona.

Kyoto es el Japón más tradicional. Aún estare aquí un par de días más y luego regresaré a Tokyo. Ahora me voy a dormir que estoy rota (luego sigo).

Besos.

Beta