jueves, 27 de marzo de 2014

Eva

Hace años empecé a seguir a Eva Vázquez. Creo que fui yo quien empezó a seguirla y no al revés. Al principio no sabía nada de ella. Luego descubrí que era ilustradora y, mas tarde, que colaboraba con El País. Sí, vale, también descubrí lo buena que estaba pero eso no viene al caso. Tiendo a pensar que no siempre los mejores trabajan en los mejores sitios, que el mundo no siempre está equilibrado y que los mediocres campan a sus anchas por las redacciones, los consejos de administración, las universidades, las academias o los gobiernos. Si diéramos por hecho que El País es uno de esos "sitios mejores", la regla se cumpliría porque lo que sí está fuera de toda duda es que Eva es LO MEJOR. Un poco de Hopper, un poco de OPS, un mucho de EVA.




Si de mi dependiera su obra estaría colgada en los museos.

Beat

lunes, 17 de marzo de 2014

Starbucks

Durante mucho tiempo, cada vez que quedaba con alguien, elegía como punto de reunión las puertas del Café Comercial de Madrid. En plena glorieta de Bilbao, la ventaja del Comercial es que junto a sus puertas estaba un kiosko de prensa al que yo llamaba "la pequeña FNAC" y en el que podías ojear (e incluso comprar a muy buen precio) un montón de DVDs que habían sido publicados en su día por los diferentes periódicos. No recuerdo haber entrado en el Comercial más que en una ocasión y fue porque me enamoré a través de sus enormes ventanales de una chica con la que sólo llegué a cruzar miradas. La idea de los cafés antiguos, con señores tratando de emular las tertulias de finales del XIX y principios del XX opinando "al pedo" sobre cualquier cosa que se les ponga por delante me da bastante pereza.

(A propósito de opinadores: Marta, de Nacho Sánchez Quevedo con la gran Ana Boyero)

El caso es que ya no voy al Comercial. Ahora está Starbucks. Mi vida se ha globalizado aunque esa no sea, precisamente, una razón para presumir. No me gusta demasiado Starbucks, voy poco. Algo más cuando viajo. En Pekín pedí un smoothie de té verde que creo que es lo único que me ha parecido realmente bueno de Starbucks.  A pesar de haberme convertido en consumidora de ese café larguísimo americano que te rellena una y otra vez una camarera de sesenta años que vive en una roulotte, no me gusta le café de Starbucks. Ni el té. Ni esa repostería que, tome lo que tome, siempre termina por generarme ardor de estómago.



Voy a Starbucks porque es lo primero que me encuentro cuando necesito algo para calentarme las manos. Cuando has tenido que cambiar las castañas por Starbucks tu vida es, definitivamente, una mierda. Tampoco me gusta que me pregunten mi nombre y que lo griten en alto cuando han terminado de preparar mi bebida. Dependiendo de si quien me atiende me cae bien o mal le doy un nombre u otro. Gertrudis, por ejemplo, es un nombre impronunciable para cualquier camarero de Starbucks. A lo más que llegan es a "Hertidis". Una vez, tras repetirselo cuatro veces al camarero le dije: es igual, llámame "Número cinco". Pero Hertidis suena a nombre griego y Grecia no es un valor en alza. Tampoco lo es Italia pero a veces me hago llamar Antonella (Antounila). Como la Bevilaqua. Amor y esteroides a partes iguales.

(A propósito de esteroides: Maravilloso artículo de Iñaki Berazaluce)

Cuando hay en la cola alguien cuya atención trato de captar me hago llamar Sarah Silverman (con el apellido, claro). Algunos se vuelven y yo pongo cara de ¿qué culpa tengo de llamarme así? Si la persona que me interesa no lo hace pienso que mejor, que alguien que no es capaz de volverse ante Sarah Silverman probablemente no merezca la pena.

Beat

sábado, 8 de marzo de 2014

(1) Empezar de nuevo

Hola,

Hace ya un año y medio que vivo en los Estados Unidos. En este tiempo he cambiado cuatro veces de residencia y una vez de estado. Ahora vivo en Maryland. Maryland es el lugar donde acabamos todos aquellos que no podemos pagarnos un apartamento en Washington y está a solo unas paradas de metro de Dupont Circle, que es donde trabajo. No han sido los mejores dos años de mi vida pero al menos tengo ingresos y una tarjeta de residente. Además, me temo que las cosas tampoco han ido demasiado bien por allí así que no me pienso poner a dramatizar. En este tiempo he tenido el blog muy abandonado. Tanto, que apenas me he dado cuenta de que la época de los blogs ha pasado a mejor vida. O quizás no.

Madrugo mucho, quizás porque no trasnocho. Cada mañana leo la prensa española para ver lo que me estoy perdiendo. Me mantengo informada, creo. Me vine a Estados Unidos huyendo de una relación que no iba a ninguna parte. Me encerré bastante en mi misma.

Durante años ponía en mi perfil que era bisexual. En realidad no lo era. La bisexualidad es una especie de incertidumbre a la que te agarras cuando no sabes si el destino te deparará una marcha atrás o un salto al vacío. Ahora, no solamente no me considero bisexual sino que pienso que los bisexuales son la peor lacra a la que tenemos que hacer frente. No digo que no esté libre de la posibilidad de acabar una noche borracha en la cama maloliente de algún gilipollas incapaz de lavar las sábanas en meses pero, aunque así fuera, no me consideraría bisexual. Soy lesbiana porque creo que sólo me puedo enamorar de una mujer. Creo que voy a volver a empezar a escribir. A escribir de mi.

Beat