Hola,
A veces la vida te lleva a lugares insospechados. El miércoles pasado me invitaron a la presentación de una "radionovela" basada en un libro de María Teresa León titulado "Cervantes, el soldado que nos enseñó a hablar". Hablar de radionovelas en la era del podcast resulta bastante chocante ya que los seriales radiados dejaron de estar de moda... ¿hace sesenta años? No sé si porque era el día del libro, si por no hacer un feo a quien me había invitado o si porque el Círculo de Bellas Artes es lo que los cursis llamarían "un marco incomparable", pero el caso es que allí me planté y en su fiesta me colé.
Pregunté a una de las chicas de la entrada dónde era la presentación y me dijo que en la planta quinta. Mientras esperaba el ascensor se puso a mi derecha un tipo cuya cara me sonaba. Era Cayo Lara, secretario general de Izquierda Unida, a quien reconocí porque la noche anterior había aparecido en "Tengo una pregunta para usted". No le dije nada, no hubo huevos. Entró en el ascensor y pulsó el botón del cinco. Estaba claro, íbamos al mismo sitio. El ascensor subía y nosotros bajábamos la mirada. ¿Porqué en los ascensores la gente agacha la cabeza? La sala estaba bastante llena pero él tenía reservada una silla en la primera fila, junto a Paco Frutos. El ambiente estaba cargado de marxismo y de leninismo pues, al parecer, la producción de la radionovela había corrido a cargo de la Fundación Rosa Luxemburgo. ¡Siempre a la vanguardia!
Subió al escenario un señor de noventa años y comenzó a hablar de la guerra civil y de los fascistas asediando Madrid. Al final, como era de prever, el viejito se emocionó, se echó a llorar y nos tocó aplaudir para darle ánimos. Luego comenzó una recreación de la radionovela. La organizadora de todo era una argentina de un entusiasmo tal que tuve que mirar el móvil y constatar que estábamos en abril del 2009 y que, aunque lo parecía, aquella sala no era un a máquina del tiempo. Entre las actores estaban la venerable Asunción Balaguer, su nieta Candela, Maria Luisa San José y el hijo de Terele Pávez que resulta llamarse Carolo. Ca-ro-lo, hijo de Te-re-le. Suena un poco a chiste. ¿Tendrá un hermano llamado Cirilo? Ca-ro-lo-Te-re-le-Ci-ri-lo.
A todo esto, Paco Frutos bostezando.
Con Cervantes como excusa nos inyectamos en vena más de una hora de "cultura" sin cortar ni adulterar. Para habernos matado. La recompensa eran las dos mesas repletas de botellas de vino que esperaban a quienes fueran capaces de salir indemnes de la experiencia. Yo fui una de ellas pero a Pacofrutos tuvieron que llevárselo un par de camaradas nada más concluir la lectura.
A pesar de las sucesivas derrotas acumuladas, los comunistas saben cómo celebrar las cosas, o al menos eso pensé mientras contemplaba la habilidad del tipo que descorchaba las botellas. Luego empezaron a salir bandejas, primero con queso, luego con pollo, luego con migas y aquello pareció convertirse en esa estrofa de La Internacional que dice "en pie famélica legión".
Todos bebieron como cosacos pero mi cuerpo de cincuenta y dos kilos me traicionó y mi sentido del equilibrio comenzó a verse alterado. Entonces sí quise ir a hablar con Cayo Lara, "que me traigan a Cayo Lara" pero me dijeron que ya se había marchado. "Entonces que me traigan a Leonidas Brehznev", dije. Pero lo único que conseguí es que me subieran en un taxi y me mandaran a casa.
Besos.
Beta