El país de los auténticos

Hola,

La culpa de todo es de Gran Hermano. Cada vez que un nuevo concursante se dispone a entrar en la casa, sus amigos, sus familiares y sus conocidos le dan ese último consejo: "Sé tú mismo". Esas son las palabras mágicas, las que pueden conducirle al éxito, las que tiene que llevar grabadas en la frente y no olvidar nunca. Y entonces, el concursante en cuestión entra en la casa, saluda a sus compañeros y comienza a ser el gilipollas que es, sin ningún tipo de escrúpulos, sin ningún tipo de tapujo, sin ningún complejo. "Soy gilipollas y vengo aquí a demostrarlo". El otro día un micrófono indiscreto pilló a Espe confesándole a Rajoy que acababa de pronunciar un discurso lleno de "barbaridades" criticando la reforma laboral y la política económica del gobierno. Muchos lo sabíamos pero, después de esa confesión, ya no nos queda ninguna duda. No importa mentir, no importa decir barbaridades, no importa votar en contra de un decreto de contención del gasto público por mucho que lleves meses pidiéndolo y por mucho que su posible no aprobación pueda llevar al país a una situación límite. No importa llevar al país a una situación límite si eso te permite ganar las elecciones. Esa es la estrategia. Esa es la tragedia.

El caso es que, preguntada después por lo que había dicho, Esperanza sonrió y explicó que ella era así, así de auténtica, así de pizpireta, así de divertida, y que ser así era lo que le llevaba a decir esas cosas. Y entonces, sus votantes, al igual que hacen los espectadores de Gran Hermano y del resto de realities, pensaron que daba igual lo que Aguirre hubiera dicho ya que lo importante era que lo había dicho porque ella es así de auténtica. Por un momento me he imaginado a Hitler, en 1945, delante de un tribunal. Y me he imaginado a un fiscal preguntándole si se responsabilizaba de los miles de judíos gaseados en los campos de concentración, y me he imaginado a Hitler sonriendo y contestando, que sí, que eso era cosa suya, pero que no se le podía culpar por ello ya que se había limitado a ser él mismo, a ser auténtico. Y entonces me he imaginado al tribunal, lleno de magistrados españoles, asintiendo con la cabeza, justificándole y absolviéndole. Y es que nosotros somos eso, un país de auténticos, de auténticos gilipollas.

Besos.

Beta